domingo, 8 de marzo de 2015

JUSTICIA UNIVERSAL CONTRA EL ESTADO ISLÁMICO POR DOLORES DELGADO Y BALTASAR GARZÓN EN EL PAIS





Todos los días continúan las noticias de las masacres de los asesinos del autodenominado "Estado Islámico", a personas y patrimonio. Estos malvados no respetan ni personas ni cosas. La Declaración Universal de los Derechos Humanos en un papel... Hay que parar a esta gente antes de que no ya sea tarde, que lo es ya pues las destrucciones y los asesinatos son irrecuperables... ¿Cómo puede ser que haya gente que se quiera ir de Occidente a apoyarles? ¿Qué hacemos mal, familias y docentes...? No se ven atraídos por la riqueza ni tan siquiera por una ideología que le dé libertad: buscan apoyar el esclavismo para convertirse no en libertos sino en esclavos.

La última acción publicada en el DIARIO EL MUNDO.


EL IS DESTRUYE LA ANTIGUA CIUDAD DE DUR SHARRUKIN





El pasado 4 de marzo Baltasar Garzón publicó, junto a la fiscal Dolores Delgado, un artículo que merece ser reproducido:

"La provocación del Estado Islámico (EI) a la conciencia de la humanidad es constante. Pretenden destruir todo aquello que conforma la civilización. Los valores y principios inherentes al ser humano y ahora también nuestro patrimonio cultural e histórico. Los cimientos de nuestra civilización. Se trata de la destrucción de legendarias obras que atestiguan nuestra historia: los restos artísticos de las civilizaciones asirias y sumerias. Las imágenes de una horda de bárbaros arramplando con obras del museo y la biblioteca de Mosul, al norte de Irak, bajo control del EI desde junio del año pasado, lo dicen todo.

A la realidad de los degollamientos, asesinatos masivos contra la etnia Al-Sheitaat, la venta de 300 mujeres yazidíes a sus militantes, toma de territorios, recursos naturales y la captura de jóvenes occidentales, el EI añade la necesidad de destruir la historia como una provocación más a Occidente. Como si de una conquista se tratase. Para ello, caen en la confusión más destructiva de idolatría por arte e historia. Hace cientos de años, cuando un toro alado sumerio dejó de encerrar para ningún creyente la evocación de un dios, aquella estatua dejó de ser imagen e idolatría para hacerse arte, pasado y patrimonio común de todos, al que no podemos poner precio. Pero aunque siguieran atrayendo la fe de un solo individuo, sería ilegítimo reducirlo a polvo. La idolatría está mucho más conectada con el creyente que con el objeto.

Por desgracia, no es nada nuevo. El máximo exponente de la ignorancia es destruir lo que no se entiende, transformándolo en violencia y brutalidad. En nuestra memoria quedan los bombardeos talibanes contra los colosales Budas de Bamiyán en Afganistán, que trataron de asesinar la memoria de la milenaria expansión del budismo a través de la Ruta de la Seda. Fue el mismo destino que sufrieron cientos de santuarios y pagodas camboyanas con el paso destructor de los Jemeres Rojos que, si bien respetaron los templos de Angkor como fuente de orgullo nacional, procuraron borrar gran parte de la identidad camboyana. Sin embargo, las legendarias llanuras de Mesopotamia han resultado especialmente damnificadas por los ladrones de tesoros, saqueos de archivos y sustracciones de piezas arqueológicas. La guerra del Golfo, la subsiguiente guerra de Irak y ahora la locura descontrolada de los militantes del EI se empecinan en borrar todo vestigio del pasado.


Las imágenes de los bárbaros arramplando con obras del museo y de la biblioteca de Moscul lo dicen todo

Lo que debe tener claro la comunidad internacional es que con cada martillazo y cada golpe de taladro se está cometiendo un delito de trascendencia internacional perseguible universalmente. La jurisdicción universal también es aplicable en estos casos. Se trata de un compromiso expreso asumido por 126 países a través de la Convención de La Haya para la Protección de los Bienes Culturales en caso de conflicto armado. Este tratado fue aprobado el 14 de mayo de 1954 y lo ratificaron o se adhirieron un total de 126 Estados, entre ellos España y el propio Irak.

La jurisdicción universal, que permite a los tribunales nacionales investigar y juzgar ciertos crímenes sin atender a ningún tipo de conexión, ni el territorio donde se cometió ni la nacionalidad de víctimas o perpetradores, viene claramente contemplada en el artículo 28 de dicha Convención:

“Las Altas Partes Contratantes se comprometen a tomar, dentro del marco de su sistema de derecho penal, todas las medidas necesarias para descubrir y castigar con sanciones penales o disciplinarias a las personas, cualquiera que sea su nacionalidad, que hubieren cometido u ordenado que se cometiera una infracción de la presente Convención”.

Si las estatuas y resto de piezas del museo son bienes culturales de la humanidad tal y como confirma la UNESCO, y la Convención es de aplicación tanto en conflictos internacionales como internos, el compromiso de todos los Estados para perseguir y castigar a los perpetradores —sin que importe qué nacionalidad tengan— es irrenunciable.


El compromiso de perseguir y castigar a los perpetradores es irrenunciable

La Convención fue matizada por dos protocolos. El segundo, aprobado en 1999, aclara algunas de las condiciones para ejercer la jurisdicción universal. Especifica cuáles son las violaciones graves, entre ellas, las destrucciones importantes en bienes culturales protegidos (como es el caso). También establece la obligación de los Estados de adoptar leyes que extiendan su jurisdicción universal a los casos en que el acusado se encuentre en su territorio. No obstante, Estados Unidos insistió en matizar que este mandato no se haría extensible a aquellos ciudadanos de Estados que no hayan ratificado el segundo protocolo. Desafortunadamente, Irak no lo ha hecho aún.

Ahora bien, si la lectura global de la Convención con sus protocolos no establece una obligación de perseguir universalmente, sí que deja la puerta abierta a que los Estados la apliquen voluntariamente. Y es que el protocolo segundo señala claramente que no se excluye el ejercicio de la jurisdicción basada en el derecho interno o el derecho internacional.

España ha decidido limitar sus competencias para perseguir crímenes internacionales y eso facilita la impunidad de estos actos de vandalismo internacional, a pesar de la ratificación de la Convención. Solo la interpretación pro actione propuesta por el Tribunal Constitucional en 2005 haría que esta inercia cambie de rumbo. La jurisdicción universal se presenta, una vez más, como una herramienta necesaria para luchar contra la impunidad, en este caso para combatir a aquellos que indiscriminadamente desean borrar nuestra historia y raíces para imponer una tabla rasa a su medida: la del integrismo, la tiranía, la violencia y la intolerancia."

Baltasar Garzón es jurista y Dolores Delgado es fiscal



En el mismo diario se ha publicado otro extraordinario articulo de TOM HOLLAND: "QUIEREN BORRAR UNA CIVILIZACIÓN".

"QUIEREN BORRAR UNA CIVILIZACIÓN"


"El jueves, las excavadoras del Estado Islámico comenzaron a arrasar los restos de un yacimiento arqueológico tan importante como cualquier otro en el mundo. Hasta ahora, Nimrud, 30 kilómetros al sureste de Mosul, había albergado ruinas de hace 3.000 años. La pulverización de esta ciudad de la antigüedad sigue de cerca otros actos de vandalismo grotescos y descorazonadores del EI. La semana pasada se difundió un vídeo que mostraba la destrucción de las antigüedades de los museos de Mosul. Como es muy probable que las obras fueran destrozadas hace meses, el polvo en las salas de exposiciones ya se habrá posado hace tiempo. Entretanto, en el mundo exterior, esos ataques brutales y deliberados a unos tesoros milenarios ya no son noticia de actualidad.

El EI, cuyos gorilas perpetraron el acto vandálico, comprende con más cinismo que nadie que los medios de comunicación internacionales se alimentan de una rápida serie de atrocidades, que se suceden en una vorágine mortífera. Así las cosas, ¿por qué debería preocuparnos más la destrucción de unas estatuas que la pérdida de vidas humanas? Es una cuestión que me perturba porque, siendo sincero, he de reconocer que ninguna de las imágenes provenientes de ese infierno que es el EI me han irritado más que las que muestran un toro alado de más de 2.500 años siendo destrozado, deliberada y metódicamente con una taladradora.

¿Por qué debería importarnos que la destruyeran? Una respuesta podemos encontrarla en una leyenda cristiana sobre Asiria, antiguo reino que abarcaba el Mosul actual y sus alrededores. En el año 362, la hija del rey asirio, moribunda por culpa de una enfermedad incurable, recobró la salud merced a las oraciones de un santo cristiano. Su hermano, el príncipe Behnam, quedó tan impresionado por ese milagro que dio la espalda a su religión ancestral y recibió el bautismo. Su martirio, sin embargo, no tardaría en llegar, ya que el padre de Behnam, encolerizado por su apostasía, ordenó que lo ejecutaran.

Cuando el propio rey cayó enfermo, su mujer tuvo un sueño en el que se le revelaba que el hombre solo podría curarse a través de su propio bautismo. El rey, doblegándose ante lo inevitable, no solo aceptó convertirse al cristianismo, sino también fundar varios monasterios. Uno de ellos, nombrado en honor a su hijo, se erigió cerca de Mosul. Desde el siglo IV hasta la actualidad, el monasterio de San Behnam se ha concebido como un monumento a la imperecedera fe cristiana del pueblo asirio.

Hasta que, el pasado julio, los combatientes del EI aparecieron por allí. "Aquí ya no pintáis nada", les dijeron a los monjes. La expulsión de los cristianos del monasterio de San Behnam formaba parte de un proceso de limpieza étnica mucho más amplio. La toma de Mosul por parte del EI ha situado el núcleo del cristianismo asirio bajo el dominio de unos yihadistas tan despiadados que hasta la propia Al Qaeda ha expresado repugnancia por sus métodos.

La yizya, un impuesto a los cristianos estipulado por el Corán y que constituye a efectos prácticos una licencia para la extorsión, se impuso con tan ávida brutalidad que la mayoría de los asirios iraquíes no tuvieron más opción que huir de sus tierras. El monasterio de San Behnam no fue la única iglesia que quedó abandonada. En Mosul también han dejado de celebrarse misas por primera vez en más de 1.500 años.

Ahora, a lo largo de la última semana, el EI ha centrado su implacable atención en los cristianos del país que, a día de hoy, sigue conmemorando con su propio nombre el antiguo auge de los asirios: Siria. El lunes, los milicianos del EI asaltaron 33 aldeas asirias y, según se cree, capturaron hasta 300 rehenes cristianos. Los combatientes, hablando por sus radios, se mostraban exultantes por la captura de los "cruzados".

Que una organización repleta de jóvenes asesinos de Europa occidental use esos términos para referirse a los asirios nos habla de su ignorancia histórica y de su hipocresía. Lo que no significa, huelga decirlo, que los integrantes del EI, conscientes de lo profundas que son las raíces del cristianismo en la región, dejen de matar. Antes al contrario: eso solo les ratifica en su determinación para borrar a los asirios y todo rastro de su cultura de la faz del sangriento califato.

Sin embargo, Asiria es mucho más antigua que su cristianismo. El nombre del rey de la leyenda de San Behnam se remontaba a muchos siglos antes del nacimiento de Cristo, y en la Biblia se conservaba un recuerdo terrible de Senaquerib: el azote que ejecutaba la ira de Dios contra su pueblo elegido, cuyos ejércitos arrasaron el reino de Judá y a punto estuvieron de tomar Jerusalén. Durante tres siglos, entre el 911 y el 609 A.C., Asiria fue la superpotencia indiscutible de Oriente Próximo, y su capital Nínive se encontraba donde luego se erigiría Mosul, la mayor metrópolis de su época.

A pesar del terror que el Imperio asirio infundió entre los judíos, el recuerdo de su sofisticación sobrevivió durante mucho tiempo tras su caída. De ahí que, cuando los asirios se convirtieron al cristianismo, se aseguraran de consagrar a Senaquerib como un converso. Incluso en el siglo XIX, en la región había gente que aseguraba descender del rey. Su grandeza nunca cayó en el olvido.

A mediados del siglo XIX arqueólogos franceses y británicos revelaron al mundo lo verdaderamente deslumbrante que había sido la civilización de la antigua Asiria. Los relieves y las estatuas de Nínive que hoy adornan el Museo Británico de Londres están entre las mejores obras de arte jamás creadas. Pero no todos los tesoros exhumados de las ciudades enterradas de la antigua Asiria fueron trasladados a Occidente: muchos se quedaron en Irak. Los fantásticos toros alados, esculpidos durante el reinado del propio Senaquerib, volvieron a colocarse en una de las puertas de Nínive. Cuando el EI tomó Mosul, se erigían cual reproche para los nuevos dueños de la ciudad: "estatuas e ídolos", en palabras del vídeo de propaganda difundido la semana pasada, "esculpidos por satánicos". El que veíamos siendo taladrado en el vídeo era uno de los toros de Senaquerib. El objetivo del EI no era solo imitar la destrucción de los ídolos por parte del profeta Mahoma, sino provocar e indignar a la opinión pública de todo el mundo, algo que sin duda lograron.

Y lo que es peor, su objetivo es completar el trabajo que empezaron al expulsar a los monjes del monasterio de San Behnam: materializar el exilio de los asirios de sus tierras borrando todo rastro de su historia y cultura. Al igual que los nazis destruían las sinagogas y a quienes oraban en ellas, el EI pretende eliminar de su califato todo rastro de quienes condena y tacha de kafir. Controlar el pasado para controlar el futuro. Los añicos de los toros de Senaquerib son un funesto testigo de lo a fondo que el EI ha aprendido esa verdad. Asiria y el pueblo asirio corren el riesgo de perderse en una oscuridad terminal."

Tom Holland es historiador británico, autor de Rubicón, Milenio y A la sombra de las espadas

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