miércoles, 10 de septiembre de 2014

"CINEMA PARADISO" Y MIS RECUERDOS DE CABRA (CÓRDOBA)

He escuchado en la radio que, al cumplirse el vigesimoquinto aniversario de su realización, cien salas de cine españolas reponen, digitalizada, la película “Cinema Paradiso”. Y, entre ellas, en Córdoba, multicines Guadalquivir.



Para aquellas personas que no han tenido la oportunidad de verla y aman el cine con mayúsculas, si además sobrepasan ya la cuarentena -o la cincuentena como yo- y vivían en localidades donde hubo cines, o cines de verano, es imprescindible su visión.
La habré visto más de media docena de veces y en todas ellas mis recuerdos se funden con la película y acabo con lágrimas en los ojos.


Ese Totó, que iba a ver a Alfredo, el encargado de proyectar, me retrotrae al tiempo en el que los cines de verano funcionaban. Allí, en Cabra, mi pueblo, cayeron el Julio Romero y el Principal -los magníficos cines de invierno, especialmente el último-, y también, incluso antes el Cine España, después el Jardín Cinema y el primero que yo conocí, el cine Santa Ana. 

El Jardín Cinema antes de convertirse en "el Mercadona" y edificio de viviendas

El cine Julio Romero. Todas las imágenes de "Cabra en el recuerdo".



Me referiré especialmente a este último. Allí, Urbano -su apellido, como a mi padre lo llamaban Cuevas- , compañero de mi padre en el trabajo matutino de la Hermandad de Labradores y Ganaderos -todavía no era la Cámara Agraria-, es decir el sindicato vertical del franquismo, se dedicaba por la noche a su función de taquillero. El cine estaría de mi casa a unos quinientos metros; y yo, cuando no tenía más de cuatro o cinco años, decía a mis padres: “que me voy al cine”, y efectivamente, cuando las calles todavía eran nuestras, porque los niños de mi edad nos criamos en ellas, sin problemas de violencia, secuestros...(y no quiero que se piense que añoro épocas pasadas que nunca debieron llegar -no hay movimientos políticos más ominosos que los totalitarismos-), yo me situaba justo debajo de la taquilla, un pequeño ventanuco, y, tras la llamada a Urbano, rara vez lo llamé Rafael, él me respondía: “Paacum”; yo levantaba los brazos y en un periquete estaba dentro del recinto. Allí era la persona más feliz de la tierra viendo películas de amor, de espadachines -todavía recuerdo “El Tulipán Negro”-. Eso sí, nunca podía acudir a películas de mayores -en aquel tiempo las de Manolo Escobar en la tele tenían dos rombos y, según la clasificación moral de espectaculos eran para mayores con reparos, es decir 3-R, o incluso 4 -desaconsejables-. Moral pacata aquella, que no permitía ver un pecho pero que permitía la violencia.
El final de Cinema Paradiso, el visionado que hace Salvatore de los fotogramas censurados por el cura -por cierto, mi padre, que nos abandonó hace diez años y al que todavía recuerdo, me contaba que, como exseminarista y miembro de Acción Católica, participaba en la clasificación moral de las películas-, con la extraordinaria banda sonora de Ennio Morricone hacen que me emocione y recuerde tiempos pasados... Al bicicleto, a Muñiz, a Maruja la taquillera. Que son solo eso, tiempos vividos. Tiempos vividos y que son comunes a otras localidades -como Bujalance, pues lo mismo le sucedía a Esperanza con su tía Carmen-.
El "TEATRO ESPAÑOL" de Bujalance (Córdoba)



Porque el cine, y especialmente el buen cine, también es Patrimonio.

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