lunes, 4 de agosto de 2014

¡VIVA LA MUERTE! (O ¡MUERA LA INTELIGENCIA!)


El 12 de octubre de 1936, en Salamanca, “zona nacional” un legionario gritó “viva la muerte” cuando Don Miguel de Unamuno, al no poder soportar más las imbecilidades que se estaban diciendo en el paraninfo de su Universidad, referidas a esa guerra en la que nuestros antepasados se mataron y que todavía se arrastran sus consecuencia, comentó: “... se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización... Pero no, la nuestra es solo una guerra incivil... Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, mas no de inquisición...” No voy a comentar las palabras de Millán Astray sobre la llegada del fascismo que exterminaría  “a los otros” -para que no me puedan acusar de que equiparo israelí a nazi, aunque en ocasiones lo piense-; pero sí la expresión que utilizó contra Unamuno: ¡muera la inteligencia!

Lo anterior está entresacado de ese magnífico libro escrito por Eslava Galán, “Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie”, y que será uno de los libros que mi alumnado tendrá que leer en Historia de España -2º de Bachillerato-.

“Venceréis, pero no convenceréis! Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha...”, palabras del genial literato.

Ya van tres escuelas atacadas en Gaza, y miles de muertos. Quedan 78 escuelas más -así que...-

Las palabras de Unamuno, expresadas hace más de setenta años, sirven para estos días, para “esta lucha”.

En el siglo XVI hubo sesudas reuniones en Valladolid para determinar si los indios americanos -los nativos que por aquel tiempo estaban viendo como el hombre blanco los dominaba- podían ser conquistados o no, puesto que ya se había dictaminado que los indios eran seres humanos -y costó trabajo decidirlo-. Claro, que los negros lo tuvieron peor, pues con la consideración de su pertenencia al mundo animal no humano, se justificó su esclavitud. Por supuesto que no voy a entrar en si en algún preterito tiempo se cuestionó la existencia del alma en la mujer...

Ahora, un negro domina el Gran Imperio mundial, y actúa contra otros como hicieron otrora contra su raza. ¡Que iniquidad se está cometiendo!

Si Obama quisiera, descolgaba el teléfono, enviaba un mensaje... y el conflicto -bueno, la matanza contra los palestinos- se acababa.

Pero el presidente norteamericano, el negro en manos blancas, perfectamente secundado por una caterva de secuaces que van desde la Península Ibérica a la de Kamchatka -incluyendo también a las antiguas indias orientales, al continente americano-, dan el visto bueno a la masacre de los palestinos. Tampoco es una novedad: se permiten las matanzas en África, Asia o en cualquier punto de la Tierra... eso sí, siempre que no se produzcan contra alguno de los blancos poderosos; entonces, sí se interviene. Y se provocan miles de muertos. Da igual que sean inocentes o culpables. Que tengan apellido semita o se llamen Couso...

Es indignante. Una vergüenza. Y no se hace nada.


Desgraciadamente no puedo decir como se escribía en el “mayo francés”: “Parad el mundo que me bajo”. A lo mejor solo se cumple la primera parte. Y cualquier día el mundo se para.

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