sábado, 19 de enero de 2019

PRIMERA ACTIVIDAD DIDÁCTICA PROMOVIDA POR VITIS DEI.


Cambiar el título de la noticia incluida en la página de la Diócesis de Córdoba es absurdo, y aún lo es más intentar mejorar la redacción de la noticia cuando está escrita por una reputada periodista, ahora en la Delegación de Medios del Obispado de Córdoba, Natividad Gavira.
https://www.diocesisdecordoba.com/noticias/actividad-didactica-promovida-por-vitis-dei
No podemos mejorar la noticia pero sí se puede ampliar. Y no solo ampliar, sino también difundir los textos para que cualquier persona o institución los pueda utilizar.
Sí, estamos hablando del proyecto "Vitis Dei", organizado por el ayuntamiento de Montilla, el obispado de Córdoba, así como contando con la colaboración de otras instituciones, comenzando por nuestro instituto, el IES Rafael de la Hoz, y el grupo de alumnado "Patrimonio Z".

 No voy a comentar el proyecto, solo lo concerniente a nuestra actividad. El proyecto está muy bien definido en los documentos elaborados desde la coordinación de María José Muñoz, directora del museo diocesano de Córdoba.


Pero, ¿por qué el proyecto? Porque  el año 2019-20 se ha considerado año jubilar de San Juan de Ávila, coincidiendo con el 450 aniversario de su muerte, el 125 aniversario de su beatificación y el 50 aniversario de su canonización. Además, en 2012 fue nombrado doctor de la Iglesia Católica.


El llamado "Apóstol de Andalucía" fue un personaje peculiar. Rico, pues su padre poseía minas de plata en Almadén, próximo a las élites -será la Marquesa de Priego su gran benefactora-, sin embargo vivió imitando la vida de su referente: Cristo y su pasión. Abandonó la riqueza y una vida, que podría haber sido muy cómoda, por una de predicación y ayuda a los demás.

Yo lo defino como una mezcla entre "El Príncipe" de Maquiavelo y cualquier personaje vinculado a la, fenecida, teología de la liberación como Boff o Casaldáliga. La pasión de Cristo como ejemplo y servicio a los demás.
Cristo de la tabla. Iglesia de Santiago. Lugar donde se le atribuye un milagro al padre Ávila.

En entradas anteriores puse el enlace del texto para que pudiera ser usado por cualquier persona, y desde el que vamos a realizar las distintas salidas por Córdoba y Montilla. Ahora lo vuelvo a incluir, resaltando, además, las distintas facetas en las que destacó San Juan de Ávila. Yo sigo insistiendo en que él, de origen converso como la mayor parte de sus conocidos, trabajará la espiritualidad activa y pasiva, apoyando y dirigiendo a personas como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz -en espiritualidad pasiva-, a San Juan de Dios -activa y asistencial-, al hermano Mateo -oratorio  eremítico en la Sierra de Hornachuelos, el Cardón, posterior San Basilio del Tardón-, e incluso a San Ignacio de Loyola -habrá quien lo considere un disparate, porque parece que fue al contrario, aunque yo defienda, como lo hizo mi llorado Miguel Avilés, esa hipótesis (pienso que el año 1526 en Alcalá de Henares fue crucial)-.


La actividad en Montilla, con la visita guiada por María José Muñoz, un auténtico lujo. El monasterio de Santa Clara, la basílica de San Juan de Ávila, la casa donde falleció, la iglesia de Santiago y el castillo fueron un recorrido magnífico para leer textos sobre el pensamiento y la acción del Apóstol de Andalucía. Esa primera toma de contacto del alumnado de Patrimonio Z, es un buen punto de partida para el trabajo futuro.
Dicho lo anterior, lo mejor es incluir el documento, intercalando imágenes de ese magnífico paseo por la ciudad del vino, y de San Juan de Ávila...





1. SAN JUAN DE ÁVILA, NUESTRO PROTAGONISTA.
(A partir del Diccionario de San Juan de Ávila, de Juan Esquerda Bifet; y de Juan de Ávila (1499?-1569). Tiempo, vida y espiritualidad, de María Jesús Fernández Cordero).

Cuando finalizaba el siglo XV -1499 o 1500- en Almodóvar del Campo (pueblo de la actual provincia de Ciudad Real), nació Juan de Ávila, de familia conversa – Alfonso de Ávila, el padre, casado con Catalina Xixón, era de origen converso y propietario de minas de plata en Almadén-. Su origen converso podrá tener mucha importancia en su vida pública y personal.
Estudió leyes en Salamanca, aunque no llegó a finalizar la carrera, dirigiéndose más adelante a la otra gran universidad, Alcalá de Henares, donde estudió artes y teología, llegando a ser bachiller.
En torno a 1526 vuelve a su pueblo, cuando ya habían muerto sus padres y al año siguiente baja a Sevilla, intentando ir como misionero a las Indias occidentales, lo que no llegó a realizar. Desde ese momento será Andalucía el principal territorio donde predicará y tendrá tanta influencia, en la época y en el futuro.
Él también padeció la investigación por parte de la Inquisición española –creada por los Reyes Católicos, y que no era la misma que la Inquisición medieval o romana-, estando al menos un año encarcelado -1532/33- en Sevilla. Es un momento en el que se estaba desarrollando el protestantismo, por lo que a algunos pensadores se les acusaba de erasmistas, es decir de protestantes (por ejemplo, por potenciar la oración mental, la llamada espiritualidad del recogimiento, como le sucedió también a Santa Teresa de Jesús). Tras ser absuelto se dirigirá a Córdoba (1535), donde permanecerá un mayor tiempo hasta que, en 1553, se traslade definitivamente a Montilla.


En Córdoba realizará una extraordinaria labor, que resaltaremos más adelante, y desde allí extenderá sus predicaciones por toda Andalucía, creando en el Alcázar Viejo una “escuela” con unos veinticinco discípulos.


Granada –donde convertirá a San Juan de Dios, y comenzaría su relación con San Francisco de Borja-, Baeza –donde creará la Universidad-, Jerez, Zafra, Priego, serán algunos de los lugares avilistas, antes de llegar a Montilla. Durante ese momento creó o ayudó a crear centros de enseñanza, hospitales… Contando con la colaboración de élites como su gran protectora, la marquesa de Priego –señora titular de Montilla- Allí permanecerá hasta su muerte, en 1569. En 1894 será beatificado por el Papa León XIII, siendo canonizado por Pablo VI en 1970



2. LA SOCIEDAD DE LA ÉPOCA.
La parte vinculada a Córdoba y a San Juan de Avila, a partir del libro Educación, sociedad y política en la España del siglo XVI. El humanista cordobés Juan de Castilla y Aguayo, de María Isabel García Cano.

El marco político.
La vida de San Juan de Ávila coincide con el siglo XVI, un importante momento histórico para la recién nacida España, con una unión dinástica de los Reyes Católicos, y la llegada al poder de los Austrias; además, época crucial para el cristianismo, con las distintas reformas protestantes y con el Concilio de Trento (1545-1563).
Reyes Católicos; Regencia de Cisneros; Juana -la llamada “Loca”-; Felipe I; Fernando el Católico; nueva Regencia, Carlos I y Felipe II. Para no extender mucho el ámbito nos ceñiremos a la última etapa, la más vinculada a nuestro entorno, la de la época de Felipe II, aunque, por personajes, también volveremos la mirada a los comienzos del siglo XVI.
Felipe II nació en 1527, y aunque su reinado comenzaría en 1556, lo cierto es que ya se había hecho cargo del gobierno en varias ocasiones por la ausencia de su padre, debido a los conflictos en los Países Bajos (1539) y Alemania (1543), bajo la tutoría del Consejo de Regencia.
En 1554 su padre Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico le cedió la corona de Nápoles y el ducado de Milán. Este mismo año se acabó casando con María Tudor, hija del rey Enrique VIII de Inglaterra por lo que Felipe II se coronó como rey consorte de Inglaterra
La abdicación de su padre hará que en 1556 Felipe II en el nuevo rey de España, recibiendo las coronas de Castilla y Aragón, Sicilia y los Países Bajos, quedando Austria y el Imperio Germánico a Fernando I de Habsburgo, hermano menor de Carlos V.
Reforzaría y modernizaría la administración de la monarquía hispana, controlándola de manera directa, e incluso trasladó la corte a Madrid.
Se consideró el defensor de la cristiandad, y eso a pesar de no haber heredado el título imperial, lo que le granjearía múltiples guerras, algunas heredadas, y que culminarían en el desastre de la Invencible. Tantas guerras hicieron que, en 1560, 1575 y 1596, a pesar de la inmensa cantidad de oro y plata procedente de las Indias Occidentales, la monarquía entrara en bancarrota. La monarquía, porque en ese momento, en el tránsito de la monarquía autoritaria a la absoluta, el rey era el dueño del Estado.
España, centro del mundo, y allí estaba nuestro protagonista, figura crucial en la España del siglo XVI, y, por lo tanto, figura mundial.



La sociedad.
Cuando se habla de la sociedad del siglo XVI, la del Antiguo Régimen, se la denomina estamental. El dinero no marca la existencia de los grupos sociales, como ahora, sino el nacimiento, la función ejercida. Había tres estamentos procedentes de la Edad Media: los bellatores, los que guerrean; los oratores, defensores de la fe frente al demonio y frente al infiel; y los laboratores, la mayoría de la población, que mantendría a los dos estamentos anteriores, los estamentos privilegiados.
La ley de leyes en Castilla, en España, son las Siete Partidas elaboradas en época del sabio Alfonso X (1252-1284), y que mantuvieron su vigor hasta el siglo XIX, y así lo reflejan:
“De los caballeros y de las cosas que les conviene hacer Defensores son uno de los tres estados por los que Dios quiso que se mantuviese el mundo; pues bien así como los que ruegan a Dios por el pueblo son dichos oradores, y otrosí los que labran la tierra y hacen en ella aquellas cosas por las que los hombres han de vivir y de mantenerse se llaman labradores, y otrosí los que han de defender a todos son dichos defensores. Por ello los hombres que tal obra han de hacer tuvieron por bien los antiguos que fuesen muy escogidos; y esto fue porque en defender yacen tres cosas: esfuerzo, honra y poderío (Segunda partida, título 21)
En las mismas ya se recoge que el rey es el “vicario de Dios en la Tierra”, el enviado para velar por la salvación de los súbditos:
“y otrosí dijeron los sabios que el emperador es vicario de Dios en el imperio para hacer justicia en lo temporal, bien así, como lo es el papa en lo espiritual”. (Ley 1, titulo 1, partida segunda)”, adelantándose incluso a la obra de Bossuet, quién define el absolutismo de Luis XIV.
Junto al rey, que ya no es un mero “primus inter pares”, está el clero, pues el rey debe ayudar a la Iglesia a ejercer el oficio de la fe y hacer la justicia, que proviene de Dios. El rey se ocupa de lo temporal y el clero de lo espiritual (la teoría de “las dos espadas”)
Lógicamente, entre el siglo XIII y el XVI hay una gran diferencia social: los judíos y musulmanes ya no están en las tierras de España; sí continuaban los moriscos, es decir, musulmanes bautizados, y los judíos conversos. La Iglesia y el rey, iban de la mano, y así se organizaba la sociedad de la época. Aunque eso no significara la decadencia de muchas costumbres.
San Juan de Ávila, en relación con la conflictividad social existente en esta época, decía: “la quiebra de las costumbres cristianas y rotura de los vicios procede del corto conocimiento que se tiene comúnmente de las cosas de fe y obligaciones del cristiano, y el único remedio de que se podía esperar más asegurados bienes, era la abundancia de doctrina para enseñar a los niños, formar a la juventud y criar clérigos virtuosos en clara alusión al mal ejemplo de la propia Iglesia”.(García Cano, 373).
El corregidor, representante del rey en las ciudades, era el responsable de salvaguardar las buenas costumbres: "Entre las cosas que más conviene al buen corregidor es que tenga quieta y pacífica su provincia, y limpia y expurgada de vicios, que son la enfermedad de ella".
En una época donde la sociedad era muy cerrada, donde la diferencia entre estamentos privilegiados era muy grande, intervino ya el maestro Ávila



3. MONTILLA Y CÓRDOBA EN EL SIGLO XVI.

Montilla.
Para conocer la Montilla del siglo XVI vamos a utilizar el material elaborado por el historiador montillano Antonio Luis Jiménez Barranco, tanto en su blog, perfiles montillanos, como en sus distintas publicaciones que nos ha cedido.
Algo más de un decenio después de la muerte, en Montilla, de San Juan de Ávila, Miguel de Cervantes visita esta ciudad… la capital del marquesado de Priego, en sus propias palabras. En ese momento los señores de la ciudad, municipio de señorío, eran Pedro Fernández de Córdoba, IV marqués de Priego (1563-1606) y su esposa Juana Enríquez de Ribera y Cortés.



Acuarela de la ciudad de Montilla en 1688, pintada por Pier Maria Baldi
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:La_ciudad_de_Montilla_a_mediados_del_siglo_XVII.jpg

El ayuntamiento estaba emplazado en la llamada plaza nueva o baja (la actual plaza de la Rosa). Como villa de señorío, poseía un alcalde mayor, dos alcaldes ordinarios, un alguacil mayor, un mayordomo y un escribano del cabildo. Poseía 2110 vecinos (alrededor de 9000 habitantes).





Vista oriental de Montilla, 1778-1795



Lugares significativos eran el hospital de la Encarnación, que aparece en el “coloquio de los perros” cervantino -donde aparece la Camacha-. Fue fundado por Elvira Enríquez y Luna, mujer de Pedro Fernández de Córdoba y Pacheco, I marqués de Priego por testamento en torno a 1512, comenzando la construcción en 1517. Emplazado en la calle Corredera, en tres casas compradas, hospital que concluyó Catalina Fernández de Córdoba y Enríquez, II marquesa de Priego. En 1558 el hospital fue trasladado a la puerta de Aguilar, llamado desde la instauración de este centro como calle de Nuestra Señora por la imagen de la virgen de los Remedios. En el lugar primitivo del hospital, Doña Catalina fundó el colegio de la Compañía de Jesús.

Entre 1591 y 1592 el hospital se mantenía con cuarenta censos recibidos por vía testamentaria de vecinos de la zona -incluso uno que pagaba Leonor Rodríguez, la Camacha-, entre otras propiedades, como casas, talleres o tiendas. El hospital tenía anexa una ermita, la de Santa Catalina o Nuestra Señora de los Remedios, donde se decían las misas.





También existía la iglesia parroquial de Santiago, única en la villa. La planta de fábrica del templo la describe el canónigo visitador general del obispado de Córdoba, Pedro Fernández de Valenzuela: De tres naves, con arcos y con techo de madera, poseía un órgano. Por cierto, que los diezmos del municipio los pagaba el marqués, librando así a los vecinos de este impuesto… aunque, como es lógico, él los cobraría por otro.




Córdoba.

María Isabel García Cano escribe que la ciudad de Córdoba siempre ha tenido fama de conservadora y recatada, si se compara con su vecina Sevilla. Además, en este momento era una ciudad muy aristocrática y tenía muchos linajes de abolengo. Y, como consecuencia, había muchos segundones que, sin oficio y sin dinero, vivía a expensas del mayorazgo del cabeza de linaje… así que, eran dados a los vicios, como juegos, juergas… y en continuos conflictos. Da algunos ejemplos, como le sucedió al padre de Don Juan de Castilla y Aguayo, corregidor cordobés, que estudió en el Colegio de Santa Catalina de la Compañía de Jesús, que vio como su padre, don Juan de Castilla, el 8 de septiembre de 1561, fue asesinado en la Calle Barrionuevo por don Alonso de Montemayor, caballero veinticuatro que “armado de todas armas con muchas personas con él y dieron al dicho don Juan una estocada en el cuerpo y pedradas de que le hirieron mortalmente”, probablemente por deudas de juego. ¿O por enredo de mujeres? Don Alonso de Montemayor era hijo del corregidor Diego Gutiérrez de los Ríos y, que, para huir de la justicia, se refugió en Portugal, y que un año después volvió para asesinar al criado de su padre, que estaba en Hornachuelos, y parece ser que este criado, Francisco de Artieta, yacía con doña Magdalena, hermana de Alonso. El honor familiar, el juego… demuestra que la situación era compleja.
Existía también, el llamado “perdón de muerte” en distintos hijos de familias nobiliarias -lo que significaba que, pagando una fuerte compensación económica, se conmutaba la pena de muerte-… O cómo don Pedro de las Infantas que quemó el palacio del deán de la catedral, don Juan de Córdoba, indignado por las vejaciones que el deán causaba a sus hijas.
Esas exenciones de muerte no se conseguían entre los grupos sociales bajos. Si cometían un delito, podrían ser ejecutados, generalmente “degollado y muera naturalmente y le salga el ánima de las carnes…”
A esto se le unían los múltiples amancebamientos… Se hacía necesaria la reforma de las costumbres…: “los vicios y pecados públicos que más se frecuentan y acostumbran”: amancebamiento (mujeres públicas, mujeres cortesanas, alcahuetes,…); juegos y trablajerías (blasfemias, logreros y usureros); vagabundos naturales y extranjeros que pueden ser herejes, ladrones o espías; hechiceros; clérigos vagabundos que muchos están suspendidos y no celebran; no acudir a los oficios divinos y sermones a menos en fechas obligadas; vender carne públicamente en días prohibidos; gastos en trajes, comidas, coches; preocupación por los moriscos… aparece recogido en un Memorial depositado en el Archivo General de Simancas. Nobles, pueblo llano, religiosos… vivían en un contexto de relajación de costumbres.
En ese contexto don Juan de Castilla, ya nombrado con anterioridad, escribe el manual “El perfecto regidor”, 1586, donde describe los comportamientos improcedentes de la nobleza e intenta poner soluciones. Este es el tema tratado por María Isabel García Cano en su libro. Es, justo, la época de San Juan de Ávila. De hecho, el testamento de don Juan de Castilla lega a la Compañía de Jesús en Córdoba importantes bienes.
En general, tanto entre nobles como no nobles, las “virtudes estaban desvalidas… y tan introducidos los vicios en todo género de gentes” (Juan de Castilla) -de ahí la importancia de la Compañía de Jesús y de la creación del Colegio de Santa Catalina, que más adelante veremos-.
Una de las virtudes que más relajada está es la templanza (pág. 303) en sus distintas expresiones: en todas las actividades de la vida, pero sobre todo en el vestir, en el comer y en el beber… se es vasallo de Ceres y Baco, y tienen por Dios a su vientre (Castilla). Y uno de los excesos más cometidos es el abuso del vino. Si ya era reprobable el vicio de beber en los jóvenes, también el de algunas mujeres, pues “en España beben el vino como si nacieran en Flandes”. Escribe García Cano que se debía tener en cuenta el tópico de la mujer española siempre se ajustó a los más estrictos cánones de comportamiento y por eso cualquier cosa que se la apartara de ellos resaltaba más que en las de otras partes. Se justificaba que bebieran en casos de necesidad “por la flaqueza de sus estómagos o por los achaques que las mujeres tienen”, pero lo que no podía consentirse “son las que beben en la medida de su gusto y no con la de su salud”.
El remedio de los males se plantea a través de la práctica de las virtudes, generalmente como buen cristiano, pues lo que predomina es el individualismo. También, el propio Juan de Castilla veía la vía del estudio como elemento para la salvación de la persona, así como la vía del trabajo. Claro, eso sí, dirigida en mayor medida para la nobleza o gente que pudiera acceder -aunque, como recoge García, muchos estudiantes fracasaron para el estudio, y se menospreciaron las artes y profesiones mecánicas-. En Córdoba esa cuestión sucedía menos porque la vinculación con la tierra hizo que los jóvenes se mantuvieran lejos de las universidades.


Pero también estaba el pueblo llano, porque lo anterior ha sido mayoritariamente para la nobleza (314). Según distintos historiadores, en aquella época sabían leer y escribir todos los miembros del clero; entre el 90 y 95% de los nobles y letrados, y entre el 35 y 50% de los pequeños comerciantes, artesanos y miembros de los distintos oficios, mientras que el resto de la sociedad permanecía en el analfabetismo.
- La población de Córdoba.
La Córdoba en tiempos de Cervantes y Góngora tenía 50.000 habitantes y era, tras Sevilla y Granada, la tercera ciudad más grande de Andalucía.
- La actividad económica...
En una etapa preindustrial, su economía artesanal se basaba en la producción de sedas, tejidos y artículos de cuero y otras actividades como la transformación del hierro -el hierro y el cuero suponían las tres cuartas partes de la industria cordobesa-. Y, como no, también la población se dedicaba a la agroganadería, al comercio y al crédito.
Parece ser que el tema de las falsificaciones no es desde que los norteafricanos o asiáticos producen. Ya era habitual hacer falsificaciones de cordobanes, guadamecíes así como los útiles de hierro -en especial las agujas- pues la calidad de las labores cordobesas era excepcional.
Los cueros, los productos textiles elaborados a partir de la lana y la seda y las manufacturas de hierro suponían el grueso de las exportaciones de la ciudad, que acababan, por lo común, en Portugal, en otras comarcas de la Península Ibérica o en el Nuevo Mundo, a través de Sevilla. También se exportaba jabón y vino, mientras que se importaba madera, lienzos y alimentos.
- La estructura urbana...
Si hablamos de la estructura urbana, los artesanos, en general, vivían a orillas del río -especialmente los pañeros, pues allí podían trabajar en los batanes-, y los campesinos en las zonas periféricas de la ciudad. Los vecinos de San Nicolás se dedicaban sobre todo a la curtimbre y a la transformación del hierro; la collación de San Miguel acogía más bien a quienes se dedicaban a labores textiles; los mercaderes acaudalados y miembros de la nobleza residían, en la mayoría de los casos, alrededor de El Salvador y Santo Domingo; los labradores se establecían, por lo común, en las zonas de San Pedro y la Magdalena, o compartían ámbito con el artesanado en Santa Marina. Mucho menos homogénea era la población que vivía cerca de la Catedral, de San Andrés o de San Pedro, barrios estos en los que habitaban, a partes iguales, plateros, sastres, tintoreros y carpinteros. Y, como no, había mucho clero...
Un ejemplo de cómo se progresaba económicamente era Luis Rofos, padre del poeta Juan González Rufo, que se especializó en la actividad del tinte, luego en el comercio y acabó en la vida política del municipio.
- El paisaje urbano...
En aquel tiempo, a finales del siglo XVI y principios del XVII si estuviéramos a la altura del Puente Romano, veríamos la Puerta del Puente que había levantado Hernán Ruiz III -en 1571-, pero no el triunfo de San Rafael, levantado en 1651 -después de que la epidemia de peste de 1648 no entrara en la ciudad-. Sí se vería el Alcázar de los Reyes Católicos, el Alcázar Viejo y el Palacio Episcopal, edificado sobre el antiguo palacio califal y perdido después de que ardiera en 1745.





https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Map_of_C%C3%B3rdoba_from_%27Civitates_Orbis_Terrarum%27_-_Joris_Hoefnagel.jpg


La más significativas parroquias son perfectamente visibles y se podría ver la Iglesia de San Juan de Letrán; la torre mudéjar de San Nicolás de la Villa; la Iglesia de Santo Domingo -hoy desaparecida-; las iglesias de San Lorenzo, Santa Marina y Santiago; así como la Iglesia de San Pedro, fernandina en su origen, y remozada en su fachada por Hernán Ruiz II o el Joven en torno a 1542.
La plaza de la Corredera no presentaba el aspecto de hoy, pues la obra mandada hacer por el corregidor Ronquillo Briceño fue posterior, aunque ya se habían hecho los primeros soportales. Por allí pasó Felipe II y su comitiva cuando su visita a Córdoba en 1572.
En cuanto a murallas y puertas, además de la puerta del Puente, estarían la Puerta Nueva, abierta en 1518; la de Plasencia, tan antigua que se dice que por la misma penetró Fernando III cuando entró en 1236. La de Sevilla; la de Osario; la de Gallegos; la de Colodro; la de Andújar; la de Baeza; la del Sol o la de Martos.
Los arrabales que rodeaban la ciudad eran el de los Tejares; el Campo de la Merced; el de las Ollerías; el del Convento de San Antón; el de la Carrera de la Fuensanta; y, a la otra parte del río, el del Campo de la Verdad.
Plazas de aquel tiempo la Magdalena, la Corredera, San Pedro, San Agustín o Jerónimo Páez.
Edificios importantes eran el Ayuntamiento, comenzado en tiempos de Felipe II; el de la Inquisición, en el Alcázar; el Palacio Episcopal y numerosas casas señoriales.
Las collaciones o barrios vinculados a una iglesia, que contaban con su propio cementerio, dividían a la ciudad en la Medina o la Villa y la Axerquía y eran las siguientes:
En la Villa, parte alta, se encontraban las de Santa María (la Catedral), San Juan, Omnium Sanctorum, San Nicolás de la Villa, San Miguel, San Salvador, Santo Domingo de Silos y San Bartolomé; en la Axerquía las collaciones de San Nicolás de la Axerquía, San Pedro, San Andrés, Santa María Magdalena y Santiago. En la orilla opuesta del río se encontraban la iglesia del Espíritu Santo, que hacía veces de parroquia.


Pasos entre la Villa y la Axerquía -pues estaban separados por la muralla, eran el Arquillo de los Calceteros; el final de la Feria, el Portillo -que ha llegado a nuestros días-; la Cuesta de Luján; la Puerta del Bailío, que daba paso a la cuesta de este nombre; y la del Rincón. Solo existía un puente, el Romano; y en el río trabajaban los molinos de Martos, de San Antonio, de Enmedio, de Pápalo y de la Albolafia.
Del siglo XVIII es este dibujo que recoge las murallas e iglesias cordobesas...




Georg Braun (comp.) y Franz Hogenberg (grab.)«Córdoba», en Theatri praecipuarum totius mundi urbium liber sextus [Civitates Orbis Terrarum. Tomo VI]Coloniae Aggrippin[a]e [Colonia], 1617Impreso con material cartográfico42,5 x 31 x 4 cm. Biblioteca Universidad de Sevilla










Anton Van den Wyngaerde, o Antonio de la Viñas, como se conocía en España, dibujó muchas de las ciudades del reino de España, entre ellas Córdoba, a finales de los sesenta.


(Recomiendo visitar el blog de Paco Muñoz para observar la Córdoba de Wyngaerde


http://notascordobesas.blogspot.com.es/2009/09/cordoba-en-1567.html )












http://www.cervantesvirtual.com/bib/portal/simulacraromae/cordoba/visita/puente/f2.htm


Se aprecian también casas religiosas como la de San Francisco, Santa Clara o la Victoria; o viejas ermitas desaparecidas.
Otro de los edificios principales de la ciudad era la sede del Tribunal de la Inquisición, emplazado en el Alcázar -palacio construido por Alfonso XI en 1328-.
También se aprecia el recinto amurallado, así como La Calahorra -fortaleza árabe reconstruida por Enrique IV en 1369- y el Puente... Y, por supuesto, los molinos y la embarcación que entonces recorría el Guadalquivir.

LA OBRA DE SAN JUAN DE ÁVILA.
Una vez analizados cómo estaban Córdoba y Montilla a mediados del XVI, conoceremos ahora parte de la ingente obra de San Juan de Ávila, resaltando algunos aspectos también de su vida, personaje importantísimo en la España del siglo XVI.

San Juan de Ávila y la enseñanza
Como se resaltó con anterioridad, juzgar el siglo XVI con ojos del siglo XXI es difícil. Como siempre me enseñó mi maestro en historia, el profesor Miguel Avilés Fernández, el siglo XVI se entiende analizando ese momento con ojos de ese momento. La Inquisición, la sociedad estamental, es inconcebible en nuestros días, pero era lo que había. Si hace un par de décadas que se acabaron los castigos corporales en la escuela, imaginad el siglo XVI. Una escuela dirigida a minorías, con el castigo corporal como referente. Goya lo recoge muy bien en un boceto llamado La letra con sangre entra.
Ya eruditos del XVI se quejaban del inhumano trato a los discentes. García Cano recoge como Palmireno, en El latino de repente refería: “Si preguntamos a un gramático, ¿con qué instruís a un niño?, responde: Con azotes; ¿Y a un muchacho? –Con azotes; ¿y a un barbado? –Con azotes; ¿y a una monja? –Con azotes; miren a qué bestiales encomendamos nuestros hijos”. O Montaigne resaltaba “visitad un colegio a la hora de las clases, y no oiréis más que gritos de niños a quienes se martiriza; y no veréis más que maestros enloquecidos por la cólera ¡Buenos medios de avivar el deseo de saber en almas tímidas y tiernas, el guiarlas así con el rostro feroz y el látigo en la mano! Incluso la propia Compañía de Jesús justificaba el castigo: “Conviene, pues, que los discípulos sean azotados como se hace entre nosotros; que haya la necesaria justicia y severidad, para que la impunidad no se degenere en licencia y la licencia en escándalos y sorpresas” (García Cano, 224). Las críticas a la violencia del discente, lógicamente, se intensifica si se refiere a un niño noble –pues los azotes son de gente baja y servil-.
El cambio va a venir también de la propia Compañía de Jesús, pues aunque mantuvo en parte los azotes, plantearon una gradación en función de la edad (a más pequeños, azotes; a mayor edad, no), y siempre después de buenas palabras, exhortaciones, corrección… es decir, implantaron una enseñanza llevada a cabo por amor de Dios, en donde el afecto, el respeto y la adaptación psicológica al alumno eran pilares fundamentales (García Cano, 233).
Su pensamiento recogía como referente el amor como elemento primordial, en clara oposición a la ley, al mandato: La caridad es la que debe presidir por encima de cualquier otra consideración… Educar es ayudar y sólo puede hacerlo aquél que tiene espaldas anchas para soportar con caridad esa ardua tarea y posee ciencia para guiar ese trabajo. Se debe enseñar “trabajando, amando…aunque le cueste la vida, a ejemplo del Señor”. El maestro dedicado a los niños debe ser ”humilde, manso, benigno y amoroso y debe mostrar mucha alegría con todos, porque para tratar con niños debe acomodarse, en cuanto pudiere, a sus condiciones, para que tenga amor” (Memoriales al Concilio de Trento y Doctrina Cristiana en Historia de la Educación en España y América, vol. 2. Fundación Santa María. Editorial SM).



San Juan de Ávila y los jesuitas
A juicio de García Cano, la situación de la Educación en Córdoba en el siglo XVI era descuidada (GARCÍA CANO, 252), pues había maestro de primeras letras que enseñaban a leer y a escribir y contar, y maestros para enseñar a hijos de caballeros principales, pero no había centros adecuados para la Enseñanza Media. Se creó un centro, que en principio se iba a ubicar en Santa María de Gracia a partir del testamento de Antonio Fernández de Córdoba, II señor de Belmonte y veinticuatro de Córdoba, para que ocho o diez becados estudiaran Filosofía y Teología. Al final, en 1529, se estableció en San Pablo, pero solo atendía a colegiales de la Orden de Dominicos.
San Juan de Ávila se centró en la creación de un Estudio General y posteriormente en la fundación del primer Colegio de la Compañía de Jesús en Andalucía, el colegio de Santa Catalina.
La actividad del padre Ávila fue muy amplia en Córdoba, pues se dedicaba a la oración; a los enfermos –residió a veces en el hospital de San Bartolomé, lo que recogeremos más adelante-; y realizaba pláticas y sermones, con un auditorio de todos los estratos sociales, pero predominaban los caballeros.
Su biógrafo Luis Muñoz escribía que “era su ejercicio continuo enseñar a los rudos y los niños… porque…ganando los corazones de los niños en tierna edad, se ganaban las Repúblicas, porque ellos venían después a gobernarlas”. Es decir, aplicaba esa frase que yo tanto uso, “el sembrar para recoger” en las cuestiones de patrimonio. Solicitaba que los maestros encaminasen a la juventud con santa y verdadera doctrina.
Destaca García Cano que su labor educativa tuvo dos focos: las escuelas y los seminarios “donde se criase la juventud y se formasen hombres de letras y espíritu que pudiesen ser maestros y ministros de tan importante enseñanza”. En Córdoba consiguió la fundación del Seminario de San Pelagio y desde 1540 a 1553 pretendió la creación de un Estudio General.




Siempre seguía el mismo patrón: traía discípulos, implicaba a la ciudad en la cuestión y aplicaba rentas eclesiásticas al mismo.
En 1539 trajo a Córdoba discípulos para leer Gramática y Artes y al año siguiente solicitó al cabildo municipal que se dotara un Estudio General con facultad para conferir grados… No obstante se fue dilatando la obra. En 1546 trajo a veinticuatro sacerdotes junto al Alcázar Viejo, para que se ocuparan de las cátedras del colegio –había jesuitas e incluso, Francisco de Toledo, que más tarde sería cardenal-. Finalmente logró crear un Estudio General y escuelas en la collación de Santiago, junto a la puerta de Baeza, en el que había un preceptor de Gramática, dos lectores de Lógica y Artes y se estaba iniciando la Teología -que se mantendrá a duras penas al principio, aunque se mantuvo con parte de los impuestos municipales-.
Los jesuitas llegarán a Córdoba en 1553, y muy pronto se volcarán en la enseñanza a partir del colegio de Santa Catalina de Córdoba, llamado así en honor de su fundadora y patrocinadora, doña Catalina Fernández de Córdoba, marquesa de Priego, y gran protectora / amiga / seguidora del apóstol de Andalucía. Así que, entre jesuitas, marquesa de Priego, San Juan de Ávila y cabildo municipal, se potenciará la educación en Córdoba con el afianzamiento del Estudio General y la creación del Colegio de los Jesuitas o de Santa Catalina. Conviene recordar que la Compañía de Jesús tenía, y tiene, como uno de los principales referentes el formar a soldados de Cristo, que pudieran rebatir y frenar al incipiente protestantismo, propagando la fe -y en ese momento había focos de protestantes en Córdoba-. Y ese establecimiento no fue fácil, puesto que se luchaba contra la enseñanza, pública y privada, imperante.
Como se ha dicho, el Apóstol de Andalucía para la fundación del colegio de Santa Catalina tendrá el apoyo fundamental de la marquesa de Priego; y del doctor don Pedro López de Alba, médico de Carlos I, para la fundación del futuro Colegio de la Asunción en 1577 (actual Instituto Góngora) -llamado en su origen Estudio General-, y que estuvo también dirigido por los jesuitas en un primer momento. Y también fue apoyado por el cabildo de la ciudad, pues el propio Juan de Castilla, el referente de la obra de García Cano, se quejaba de la falta de centros educativos para preparar a los hijos de la nobleza.


Será la propia doña Catalina Fernández de Córdoba, marquesa de Priego, quien, cuando su primogénito don Pedro Fernández de Córdoba estaba enfermo en la ciudad de Priego, preguntó al padre Ávila qué obra podía hacer, y éste propuso la creación de un seminario. Además, en 1552 entró en la Compañía de Jesús don Antonio de Córdoba, hijo de la marquesa y canónigo de nuestra ciudad. Él mismo ofreció a Ignacio de Loyola la creación de un colegio de la Compañía de Jesús aquí. Lo que se hizo en 1553. Así se creó el Colegio de Santa Catalina -en honor a la benefactora- (siendo Antonio de Córdoba su primer Rector)


Ya existió una polémica levantada por don Luis Páez de Castillejo, quien prefería un Estudio General a un colegio para jesuitas, pues el primero llegaría a toda la población. Además, pensaba que debían ser los jesuitas quienes sufragaran el Colegio para ellos -el futuro Colegio de Santa Catalina- De ahí que se planteara un doble espacio: Estudio General y colegio de jesuitas. Y que, además, estuviera en el centro de la población, puesto que al de la collación de Santiago sólo acudían los vecinos próximos. Al final, y después de una amplia polémica, se decidió que los dos edificios se hicieran en las Casas del Agua, cedidas por la marquesa, muy bien emplazadas, cerca de la Iglesia Mayor. Según García Cano, el edificio, propiedad de la marquesa, era la conocida como “Casas del Agua”, donde se construiría, en la planta baja, el Estudio General y en la superior el Colegio de Santa Catalina. Estaba situado “junto a la Iglesia mayor, junto a las casas obispales y de los alcázares, al lado del río y el Alcázar viejo. Esta ubicación lo hacía partícipe de los beneficios de la ciudad y el campo. Por otra parte, en esta casa había agua suficiente y una huerta muy grande de tal manera, que había espacio para poder construir las escuelas por el Ayuntamiento y el colegio, por la señora marquesa, sin obstaculizarse la una a la otra”.


Tras las correspondientes obras, con la presencia de San Francisco de Borja y de San Juan de Ávila en algunos momentos, el Colegio de Santa Catalina se inauguró el 25 de noviembre de 1553 con 14 personas, siendo su primer rector don Antonio de Córdoba. La enseñanza se transformó, el propio Juan de Castilla reconocía, que “de cien estudiantes no salían entonces cuatro buenos; y ahora de quinientos, no aciertan a salir veinte malos”. Y el traslado del Colegio a su nuevo aposento tuvo lugar el día 24 de junio de 1555, estando presentes los personajes principales, entre ellos don Leopoldo de Austria, tío del emperador y Obispo de Córdoba; y predicó San Juan de Ávila.
Los jesuitas cambiaron los métodos pedagógicos introduciendo teatro, exámenes públicos, conferencias, composiciones poéticas… Se potenció la enseñanza en nuestra ciudad, e incluso permaneciendo hasta la actualidad, pues el Estudio General es el antecedente del Colegio de la Asunción, actual Instituto Luis de Góngora.




San Juan de Ávila, San Juan de Dios y la asistencia hospitalaria

Aún hoy en el siglo XXI la magna obra hospitalaria de San Juan de Dios se extiende por todo el mundo. Solo debemos observar, por ejemplo, el extraordinario hospital que hay en nuestra ciudad.
Al igual que con otras personas notables de la época, de las que ya se ha hablado, como Fray Luis de Granada, San Francisco de Borja, San Ignacio de Loyola o Santa Teresa de Jesús, el conocimiento que Juan Ciudad (San Juan de Dios) tuvo del Maestro Juan de Ávila fue fundamental para su conversión. Además, Ávila alcanzó en Granada el grado de Maestro.
Juan Ciudad Duarte se dice que nació en la localidad portuguesa de Montemor o Novo –tema cuestionado pues parece ser que nació probablemente, según María Jesús Fernández Cordero y según otros autores en Casarrubios del Monte, en Toledo, o en la misma Almodóvar del Campo, como el propio Ávila-. También de origen converso fue soldado en la guerra contra los franceses y los turcos, posterior pastor de ovejas, peón de albañil, vendedor de libros… escuchó el día 20 de enero de 1537 el sermón que Ávila dio en la ermita de los Mártires de Granada… Y Ciudad “…salió de allí como fuera de sí, dando voces pidiendo a Dios misericordia”, según los que observaron la escena. Volvió a su tienda de libros y allí destrozó los libros profanos, especialmente los de caballerías, regalando los libros de santos y las imágenes, mientras la multitud que lo rodeaba daba gritos: “¡Al loco, al loco! También repartió sus bienes y se paseó desnudo por Granada, como desnudo estaba Jesucristo. Llegó a entrar en la catedral y allí estaba el Apóstol de Andalucía. Éste no solo lo admitió por hijo de confesión…aunque mantuvo su fingimiento de locura hasta el punto de que fue llevado al Hospital Real donde fue recibido con azotes y aislamientos. Una vez calmada esa locura, probablemente fingida y vinculada a la pasión de Cristo –fundamental en la predicación de Ávila-, lo convenció para que, con la colaboración de notables como los duques de Sessa y de los arzobispos de Granada –en especial don Pedro Guerrero-, se dedicara a la hospitalidad.
Parece que se preparó –incluso fue al monasterio de los Jerónimos en Guadalupe, la mejor escuela de medicina del momento- y volvió a Granada donde recogía por las calles y los portales a los pobres, tullidos y enfermos, a mendigos, vagabundos, huérfanos, soldados perdidos, prostitutas y ancianos, y se esforzaba en ayudar a viudas y pobres vergonzantes (Fernández, 215-16). Estableció una acción caritativa que se caracterizaba por la acogida universal, sin selección, sin discriminación ni condiciones, lo que contrastaba con otros hospitales, solo para las élites. Parece que Juan Ciudad, en 1539 cambió su nombre a Juan de Dios y tomó hábitos, iniciándose su extraordinaria obra, aunque él mismo apenas la vio pues falleció en 1550.
Ávila, así, había conseguido ya un doble objetivo, teniendo como referente la pasión de Cristo: el rezo para llegar a Dios, la espiritualidad pasiva, y la asistencia a los pobres, heridos, llagados, recordando la figura de Cristo en la cruz, la espiritualidad activa.
En absoluto es único el episodio de los dos santos en Granada. Desde mucho antes la acción asistencial del maestro fue habitual en su vida.
En el libro Casos Notables de la Ciudad de Córdoba (¿1618?), editado en Montilla por la Diputación Provincial de Córdoba (existiendo una edición anterior de 1949, publicada por la Sociedad de Bibliófilos Españoles), de la mano de ese bibliófilo tan excepcional como es Manuel Ruiz Luque se recogen, como su propio nombre indica, hechos resaltables, desde leyendas a hechos reales, en la palabra de dos personajes, Colodro y Excusado –nacido cerca de la puerta del mismo nombre-, mercaderes ficticios que, sorprendentemente, tienen el nombre de dos de las puertas de las murallas cordobesas. Una de ella, la del Colodro, sigue existiendo; la otra, la Excusada, situada más al este, coincidiría con la proximidad del actual muro de la Misericordia. ¡A lo mejor el autor del libro era de esos barrios, Santa Marina o San Agustín, y viviera en la calle de las Costanillas, pues al comienzo del libro cita la Piedra Escrita, también!
En esa obra se relatan hechos de nuestro personaje principal por Córdoba. Además, de manera muy extensa, pues hay nueve capítulos dedicados al mismo, e incluso otros que, de manera indirecta, también se refieren a él (del 4 al 12).
En el capítulo 4 se refiere a la estancia de Ávila en Córdoba, cuando creó el espacio del Alcázar Viejo, pero también a la fundación de la Compañía de Jesús:
“Finalmente, según es sabido, tuvo juntos más de veinte compañeros en el alcázar viejo, para principio de una religión que quería fundar; y cuando supo que el bienaventurado padre Ignacio (de Loyola) le había ganado por la mano, dio infinitas gracias a Dios, y así, pidió a sus compañeros que se entrasen en esta santa iglesia, porque era la misma que él quería fundar o establecer. Y entre otros que entraron, de los hijos más queridos, y que le oía los sermones de rodillas, era don Diego de Guzmán, conde de Bailén, y el Padre Gonzalo Gómez, y el Padre Barzana, y el Padre Barajas; y después de haberlos animado a esto, dijo del bienaventurado Padre Ignacio una cosa que, por ser de un hombre santo, quiero poner aquí: “Que le había al Maestro sucedido lo que a un hombre de pocas fuerzas queriendo llevar una piedra pesada una cuesta arriba; forcejea y revienta por llevarla, y al fin no puede. Viene un gigante, y quítasela de los brazos, y sin trabajo la sube a lo alto del monte”, de suerte que al Beato Ignacio lo hace gigante, y a él se hace de pocas fuerzas”. De hecho, en la obra el mismo Colodro se dice formado por un discípulo del Maestro Ávila.
Las explicaciones de nuestro personaje causaban tanta sensación como cualquier concierto de cualquier cantante de moda, pues “seguíale toda ella (la ciudad), de suerte que para oírle se iba a tomar lugar a las dos y tres de la mañana”.
Dentro de las leyendas/ realidad, Colodro cuenta, en el capítulo 4, un hecho que coincide con la opinión de García Cano sobre la nobleza de la época. Resumiendo, Colodro recordó que en la catedral de Córdoba había “un prebendado, mozo rico y noble; seguía sus gustos con mucho escándalo de la ciudad” que puso sus ojos sobre una mujer también noble, a la que convenció para que huyera de la casa de sus padres y fuera a la suya, donde permaneció seis o siete años sin salir y parió cuatro veces. Se había convertido en “una oveja perdida”. Casualmente se enteró que iba a predicar el Maestro y, ayudada por un criado, pudo escaparse /salir a escuchar la plática. Fue de tal intensidad el discurso del santo, hablando de los tormentos del infierno para los pecadores y el perdón de Dios, que la señora, se confesó… “y después de haber confesado sus culpas, le pidió por las entrañas de Dios que la defendiese y amparase de aquella bestia fiera, y que desde allí iría adonde su reverencia le mandase. Fiado de Dios el santo, y puestos los ojos en él, le pidió favor y ayuda, y se encargó del negocio más arduo y dificultoso que hasta hoy confesor ha emprendido; y así, luego de su hora, la llevó en casa de doña Teresa de Narváez, junto a la Magdalena. Era esta señora madre de don Jerónimo Manrique y de don Diego de Aguayo, y era tan sierva de Dios, que, por consejo del Padre Ávila, tenía cuarenta camas de pobres; las veinte curaba esta señora y las criadas, que eran de mujeres pobres, y las otras veinte el Maestro Ávila y sus discípulos, con notable edificación de la ciudad”. Lógicamente, el secuestrador montó en cólera (“como perro rabioso”) y, una vez que supo lo sucedido, rodeó la casa de la Magdalena con sus criados. Ávila tuvo que recurrir incluso al Corregidor para sacar de la casa a la señora, a la que llaman doña María, y la trasladaron a Montilla… Aunque en un primer momento el secuestrador, familiar de los marqueses de Priego, intentó que ellos la devolvieran, lo que no consiguió. Entonces se dirigió a Granada, donde habló con el arzobispo Guerrero intentando convencerle de que Ávila se encamaba con doña María… Pero no solo el Maestro convenció al arzobispo, sino que el mismo Guerrero dio quinientos ducados a la señora para que se pudiera instalar. También aportaron dinero los marqueses de Priego… y la señora se estableció en Córdoba, en una casa pagada por la nobleza, con criados, y adonde llevó a sus dos hijos y dos hijas. Allí escuchaba misa y no salió. Las dos hijas, cuando fueron mayores de edad, entraron en un convento, mientras que un hijo murió y el otro “casó dignamente”.
Ya con anterioridad se habló de cómo San Juan de Ávila dormía también, en ocasiones, en el hospital de San Bartolomé. También en el diálogo entre Colodro y Escusado (capítulo 8) se habla de una nueva fundación hospitalaria en Córdoba:
“En Córdoba estaba una señora hija de los Marqueses de Priego; esta señora tuvo dos hijos, que fueron en nuestros tiempos; el uno se llamó don Diego de Córdoba… y el otro, don Francisco Pacheco, obispo de Córdoba. Esta señora era viuda, y por no ser menos que su madre y hermanos… escogió como limosnero santo hijo del Padre Ávila, por cuya mano distribuía grandes limosnas. Ordenó que cerca de su casa se hiciese un hospital que se llama de los Desamparados, porque el intento del que lo comenzó fue de aliviar a tantos pobres desamparados. Ayudó esta señora a la obra de este hospital largamente con lo que se acabó brevemente. Hizo que se hiciese un postigo a su casas, para poder mejor servir a los pobres, y visitarlos a menudo, llevando siempre regalos y conservas, y lo demás que en su casa había, con mucha cantidad de sábanas y camisas para los pobres; hacíales la cama, lavábales las manos, y esto con tanta alegría y consuelo, que su limosnero, con ser muy aficionado a los pobres, decía que doña María Fernández de Córdoba le hacía ventaja en la caridad para con los enfermos. Daba sin esto todos los días a su limosnero cien panes de limosna, y los días de fiesta doscientos, sin otras infinitas limosnas que hacía a conventos de frailes y monjas, y otras personas honradas. Disfrazada de noche, iba con su limosnero y dos escuderos suyos, todos disfrazados, e iba a visitar pobres honrados a las collaciones de Santa Marina y San Lorenzo, y la Magdalena, bien lejos de su casa… Después de hechas estas buenas obras, se venía a su casa, que por antonomasia se decía la plazuela de las Doblas, que cae entre la Puerta del Osario y la del Rincón, y toda su vuelta no era otra cosa sino referir los trabajos y miseria que había visto, trayendo a cada pobre metido en sus entrañas…”

La pobreza de un hombre que pudo ser rico

A pesar de tener alrededor la mayor parte de las rentas más altas del momento, él siempre vivió de una manera modesta. En ocasiones, acogido por familias, o, en otras, como en su última etapa montillana, en una casa cedida.
Leopoldo de Austria fue hijo ilegítimo de Maximiliano I de Austria, abuelo de Carlos I. Personaje principal y que llegó al obispado de Córdoba entre 1541 y 1557. En el capítulo 5 de los Casos notables se incluye una anécdota con un sermón del santo frente al obispo de Córdoba: “Comenzó a tratar de la rigurosa cuenta que habían de dar los obispos de las rentas que gastan mal gastadas, siendo patrimonio de los pobres, el descuido notable de sus ovejas, de los estribos dorados, y aparato de sus casas, criados y personas, y otras cosas a este modo, que a juicio de todos creyeron que lo echaría de la ciudad, según la libertad con que había hablado; pero fue bien al contrario de lo que se pensó, que, pasados seis días, le fue a besar las manos, y estuvieron a la mira con el semblante que lo había de recibir, y fue de manera la fiesta y gusto que el obispo tuvo con el Maestro, que todos quedaron pasmados; al fin, el obispo le dijo que mirase si había menester algo, y el Padre Ávila le dijo que se habían amparado de él dos doncellas honradas para que las favoreciese, porque se querían casar y eran pobres; que suplicaba a su Ilustrísima les diese algo, porque sabía que eran honradas y virtuosas. Iba con ánimo, según él dijo después, de pedirle doscientos ducados, y aún menos; pero, oída la petición, dijo que de muy buena gana quería acudir a semejantes obras, y mandó llamar a su camarera, y le mandó dar mil ducados, y le dijo que si eran menester más, que le avisase. El Maestro se lo agradeció mucho”.

Pobreza y ¿protofeminismo?
Hablar de feminismo en el siglo XVI puede ser un insulto a la inteligencia. No obstante hay ciertas actitudes, palabras, que podrían llevar a señalar personas que querían cambiar la realidad. Algunos historiadores identificaron a algunas beatas, en ocasiones acusadas de alumbradismo, como las protofeministas de la época. La razón: Se negaban a pertenecer a un varón, a su marido.
En el libro citado con anterioridad, en su capítulo 6 relata el encuentro entre San Juan de Ávila y la Marquesa de Priego. Este encuentro será fundamental para la vida de ambos, pero también para Córdoba y Montilla.

“…Y es que el Conde de Feria se casó con la Marquesa de Priego, y, como señores tan principales y ricos, hicieron grandes gastos, y entre otras cosas, fue una carroza tan llena de plata, que no parecía la madera. Llevando, pues, el Conde a la Marquesa a cacería, pasó por Córdoba con su carroza, de suerte que unos se maravillaban y otros se escandalizaban viendo tan grande gasto y aparato. Finalmente pasó a Zafra, y dentro de dos meses que allí estuvo, envió a llamar al Maestro Ávila, que se quería confesar con él antes de parir…(uno de sus discípulos le dijo)…¿Pues aquella mujer profana dice quiere confesar, que pasó por aquí con una carroza de plata, escandalizando a la ciudad que parecía gentil? Rogad vos a Dios, dijo el Padre Ávila, que ella se hinque de rodillas a mis pies, que yo le quitaré la carroza… llegado a Zafra fue recibido por la Condesa con grande alegría y consuelo de su alma… comenzó su confesión general, y abriole Dios los ojos por las oraciones del santo para aborrecer todo cuanto el mundo tenía: luego dio de mano tan de veras a todo, que nunca jamás volvió atrás de lo que una vez comenzó: deshízose la carroza con todas las demás cosas de adorno de su persona; usó de una camisa alta y basta y de unos zapatos abrochados de los que se ponían sus criados; dormía en un zarzo no estando el Conde en casa, y a ejemplo de su señora, treinta doncellas que tenía hicieron lo mismo... Hizo en Extremadura infinidad de beatas, juntáronsele gran cantidad de discípulos; finalmente parecía una primitiva iglesia… (a sus doncellas) dábales premio la santa Condesa a quien más se mortificaba. De treinta razones que les daban, comían con las diez, y las veinte daban de limosna… y esto no solo era en estas señoras, sino también en los pajes, los mayordomos y criados de la casa… en solo Fregenal había más de seiscientas beatas y muchos hombres de diferentes estados que vivían en grandísima perfección…”

San Juan de Ávila y la reforma del clero. Sus textos en el Concilio de Trento
El Apóstol de Andalucía también participó, de manera indirecta, en el Concilio de Trento. No pudo acompañar a don Pedro Guerrero, arzobispo de Granada, pero sí le dio dos memoriales -1551 y 1561-, así como otro para el Concilio de Toledo (1565-66), que debía poner en marcha los acuerdos de Trento.
En el primer memorial expone la grave situación por la que atraviesa la vida eclesiástica, y, dentro de un marco teórico-pedagógico, propone las medidas para atajar los males de raíz: seminarios, selección y educación de candidatos, atención a la formación continuada de los clérigos, línea teológica-pastoral-espiritual de esta formación, instancia en los diversos ministerios (párrocos, predicadores, confesores), especialmente en la catequesis, sacramentos y servicios de caridad (cofradías), cuestión de los matrimonios clandestinos, santidad evangélica de los clérigos... Allí se refleja toda su experiencia y sus criterios evangélicos, sin olvidar los datos técnicos de los problemas, e incluso se plantean cuestiones políticas internacionales (tribunal para impedir guerras), etc.
El segundo memorial consiste, asimismo, en unas advertencias al Concilio. Después de una profunda reflexión acerca de las causas de las herejías, hace un llamamiento urgente a la renovación cristiana. Para ello es fundamental formar a los sacerdotes y a la población: Catequesis para todos y colegios sacerdotales.

Los sorprendentes inventos del Maestro Ávila
Así se denomina el capítulo del libro El sol de Montilla y la constelación desconocida, escrito por José Ponferrada Gómez en 1992, padre de mi amigo y compañero José Antonio Ponferrada.
Según Ponferrada, recogido también con anterioridad por Ramírez de Arellano en 1914, recibió las enseñanzas de Juan de Celaya, importante científico y partidario de aplicar las matemáticas a todos los campos de la física. Inventó una “balanza de cajas”, un “alentador de aguas muertas”. La balanza de cajas sería un artefacto que servía para subir agua en cualquier altura por caño y arcaduces”, es decir entubada.
El “alentador de aguas muertas” podría ser similar al tornillo de Arquímedes (utilizadas para desecar aguas del pantano o charca donde luego se levantó la Alameda de Hércules sevillana) Los tornillos podían ser movidos a mano o acoplados a ruedas motrices hidráulicas.
El “suplevientos” es más enigmático, a juicio de Ponferrada, pues servía para desaguar minas, probablemente.
Finalmente, el artefacto llamado “prudentes maneras” o “prudentes mañas” servía para sacar agua de los pozos.
Desgraciadamente no hay ningún croquis, pero sí la constatación documental de los mismos en los distintos archivos.
Se convierte así, a juicio de Ponferrada, en uno de los mayores inventores del Siglo de Oro.

Un tiempo histórico excepcional
En los Casos notables, libro escrito pocos años después de todos estos acontecimientos, se recogen las palabras de Excusado en el capítulo 7, donde se habla de la vida y el acontecimiento que sucedió a la muerte de doña Sancha Carrillo -a la que Ávila dedicó el Audi filia-:
“He reparado muchas veces -señor Colodro- que dichosos tiempos fueron aquellos de ahora ochenta años, y comencemos por… la condesa de Feria, la Madre Teresa de Jesús; pues si se cuentan lo siervos de Dios que florecieron, no hay número, y entre ellos fue el Beato Padre Ignacio (de Loyola), y los dos santos compañeros que le siguieron no fueron de menor fama que su padre; también el Padre Francisco de Xavier, el Padre Diego Laínez, el Padre Salmerón, que con sus escritos ilustró la iglesia de Dios; el Padre Francisco de Borja, Duque de Gandía… Fue de este tiempo Fray Nicolás Beltrán, el obispo Villanueva, el Doctor Diego Pérez, Juan de Dios el de Granada, un seguidor llamado el Hermano Baltasar (fundador del hospital de San Juan de Dios de Cabra), el Padre Mateo, que fue fundador del Tardón, junto a Córdoba; el Padre Centenares y el Padre Fray Luis de Granada, merecedor de toda alabanza, pues sus escritos y vida tanto florecieron en España y fuera de ella. ¿Pues qué diré del Padre Ávila, de su santidad y vida, de su opinión en Italia y Francia, pues le llamaban a boca llena doctor de la Iglesia…” Sobre todos ellos ejerció influencia el Maestro Ávila. Si además a ello sumamos los literatos, los pintores, los arquitectos, los juristas, podemos hablar del inicio de un gran Siglo de Oro para España. Y gran parte de él se debe a personajes como Juan de Ávila, Apóstol de Andalucía, Doctor de la Iglesia, un hombre excepcional.

Como escribió José Ponferrada Gómez, en Garcilaso de la Vega, el Inca amontillado (1990), “pues sí, la verdad es que Montilla no tuvo uno solo sino dos siglos de oro, por lo que al referirnos a las centurias del XVI y XVII más bien tendríamos que ir ya denominándolas la Edad de Oro montillana, habida cuenta de que fue precisamente durante dichos dos siglos, y coincidiendo con el Señorío de los Marqueses de Priego, cuando la Villa alcanzó su mayor desarrollo y esplendor”. Y, además, como también reflejó Ponferrada en El florecimiento cultural de Montilla en el Siglo de Oro, también editado y publicado en Montilla, propuso un Tribunal Internacional de Arbitraje obligatorio, para evitar las guerras, en uno de los memoriales al Concilio de Trento. “Ningún rey, ni señor, ni señoría que no reconoce superior, no pueda mover guerra con otro sin que primero se examine por letrados de universidades que el Concilio señalare, la justicia de la causa. Y si el que no tuviere justicia no quisiere satisfacer al que la tiene, se provea de remedios oportunos para él; y tales que él sea con el castigo bien escarmentado. Y otros queden avisados”. Un adelantado a su tiempo, un personaje excepcional.



viernes, 18 de enero de 2019

SEGUIMOS CON EL PROYECTO DE EMPRENDIMIENTO: HOY HEMOS ESTADO EN EL HOSPES PALACIO DEL BAILÍO.



Siguiendo con el proyecto de Emprendimiento, por el que el alumnado de 3º B de nuestro IES está preparando una empresa para atraer el turismo chino a Córdoba hemos tenido el placer, y nunca mejor dicho, que recibir de Ignacio López Diéguez, subdirector del Hotel Hospes Palacio del Bailío no solo la información que le requeríamos, sino una detenida y amplia visita guiada por las excelentes instalaciones de este formidable hotel.
Desconocido; muy desconocido por gran parte de la ciudadanía cordobesa. Probablemente más tenido en cuenta por el turismo, de calidad, que llega a ver nuestra maravillosa ciudad. Porque Córdoba es una ciudad excepcional... muy a pesar de algunos dirigentes que no colaboran excesivamente en su conservación. Lo siento, y siempre reitero esta afirmación, por cierta.
Córdoba, Patrimonio de la Humanidad por su Conjunto Monumental Mezquita Catedral, por su casco histórico, por sus patios, por Medina Azahara, por su participación en el flamenco y en la dieta mediterránea. Difícilmente una ciudad puede ser más reconocida a nivel mundial. Y eso sin contar las iglesias fernandinas, el palacio de Viana, los espacios naturales como los Sotos de la Albolafia, los molinos...
El alumnado sigue con el proceso de crear la empresa, y hoy hemos dado un pequeño paso más: conocer el hotel de más calidad en Córdoba, un cinco estrellas, gran lujo, totalmente adecuado para atender un turismo exquisito, coincidente con lo que está suponiendo en la actualidad los visitantes asiáticos, con un país en expansión que ya aporta a nuestro volumen turístico más de medio millón de personas, aún inferior al 1% de la cuota de mercado,  con un gasto que en 2017 llegó casi a los ochocientos millones de euros.
Hotel de calidad para un turismo de calidad. Pensábamos que Alberto, pues Cristina está de vacaciones, nos iba a mostrar el hotel. Nuestra sorpresa fue que Ignacio López Diéguez, subdirector, fue nuestro anfitrión. Un regalo para el alumnado y una increíble sorpresa. No sabemos cómo agradecer esta atención, pues estamos bastante acostumbrados a ser ignorados cuando presentamos a algunas instancias nuestro proyecto.
En este caso la alegría fue doble: pues además de la atención recibida del subdirector, Ignacio vivió tres años en China por lo que nos aportó una gran cantidad de información sobre cómo tratar al turista chino -tema en el que estamos intentando obtener información, pero sin obtener respuesta-. Todos los datos aportados por el señor López Diéguez -agradable, divulgador, atento y extraordinariamente preparado-, serán incorporados al plan de empresa. Además, la semana próxima prepararemos en el aula una propuesta para que nuestra empresa, por cierto aún no bautizada, pueda colaborar con el hotel Hospes Palacio del Bailío.
Ignacio López Diéguez, anfitrión de nuestro alumnado.


No es la primera entrada que este blog tiene sobre estas magníficas instalaciones:
http://jovenesembajadoresporelpatrimonio.blogspot.com/2014/10/las-actividades-sobre-el-xx-aniversario.html
Una imagen vale más que mil palabras... esa tópica frase aquí es una gran realidad. Si no, vean las fotografías de un hotel en pleno mes de enero...













jueves, 17 de enero de 2019

LA RESPUESTA A LA CARTA A LOS REYES NO MAGOS

Pues sí, hay veces que uno escribe sin esperar respuesta. Y, cuando esperas esa circunstancia, te encuentras, ¡oh sorpresa!, a vuelta de correo, la respuesta. Eso ha sucedido con nuestras cartas a los Reyes No Magos.
La Casa Real ha respondido. Todo un detalle. Y se agradece.




viernes, 4 de enero de 2019

FUGA DE CEREBROS

Hoy iba a comprar el diario, cualquiera de los vendidos en nuestra ciudad. Al final, no lo he hecho. Sigo leyéndolos por internet. Desde ayer martillean constantemente con la pérdida de población de Córdoba, tanto capital como provincia. Los análisis demográficos concluyen, entre otras razones, que una de las causas es la salida de personas para trabajar en el extranjero. La mayoría, altamente cualificadas. Ayer salieron también los datos del desempleo y daba la impresión de que vivíamos en Jauja. Los políticos, cómo no, resaltaban los datos positivos... ¡España tiene 19 millones de personas que cotizan a la Seguridad Social, Andalucía ha mejorado los datos del paro!... Pero la verdad solo tiene una cara: nuestros jóvenes, altamente cualificados, se ven obligados a abandonar nuestras tierras porque aquí no hay trabajo. El poco existente, a pesar de todas las transparencias y alharacas, está en manos de una minoría llamada ahora "clase política". Es inconcebible que haya políticos profesionales que siempre han vivido del partido, de la política. Es fácil: miren los currículos de nuestra Presidenta provisional de la Junta de Andalucía  o de algunos cargos públicos en nuestra provincia. Además de inventarse un currículo no exigido, si no han vivido permanentemente de la cosa pública, la mayoría encontró acomodo en cualquiera de las dos administraciones locales. Eso es lo que hay, ésa es nuestra clase política.
Pues sí, y más grave aún: cuando explico la demografía en 3º de ESO, justo antes de las vacaciones navideñas, pregunté al alumnado que buscara el concepto "fuga de cerebros", que ha desaparecido de esos libros de texto. Es sorprendente, ahora que hay más fuga de cerebros, desaparece de los libros de Geografía.
¿Para qué sirve tener una enseñanza universitaria gratuita y, una vez preparada esa persona, se ve obligada a salir de nuestras fronteras? Aquí ya no están quedando ni trabajos mileuristas para universitarios. En Suecia, Francia, Reino Unido o Alemania se frotan las manos recibiendo personas preparadas desde el Sur, como España.
Los suecos para evitar esa "gran melancolía" que les invade tras la Navidad, pues le quedan meses de intenso frío y de sombra, piensan en las dos o tres semanas que en verano pasarán en España. Nosotros, sin embargo, vemos cómo nuestros familiares buscan los territorios de esa "gran melancolía" porque aquí, donde deberían estar trabajando, no hay lugar para hacerlo.
Realmente están preparados no solo para laborar, sino para irse. La gran melancolía la tenemos quienes vemos cómo parten hacia el exilio laboral...
Mi solidaridad con aquellas personas que viven, o han vivido, esta situación. Algún día las cosas cambiarán... Al menos ésa es nuestra utopía.