Los
meses de noviembre y diciembre son referentes en relación con el
patrimonio. En el primero, hace treinta y un años, Córdoba
incorporó la Mezquita-Catedral a la lista del Patrimonio Mundial de
la UNESCO. Un 17 de diciembre, diez años después, fue el casco
histórico, el entorno de nuestro monumento de referencia, lo que se
incorporó a la misma lista. No solo eso sino que además nos
convertimos en una Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Pocas
ciudades del mundo pueden arrogarse tales títulos, a los que se
deben sumar los patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
-pues no es el edificio en sí, sino lo que se hace en ellos-, así
como nuestra cuota de Dieta Mediterránea y Flamenco.
Magnífico,
excepcional. Y eso lo demuestra que, hoy por hoy, es nuestra mayor
fuente de ingresos al PIB -más del 10% sin contar lo indirecto, lo
sumergido...-. Hemos ido perdiendo de manera sistemática nuestro
tejido industrial -ahora somos casi un desierto en el sector
secundario-, y vivimos de nuestro Turismo patrimonial, de nuestro
turismo cultural. En este se incluyen tradiciones como la Semana
Santa y todo lo organizado en torno a cuestiones religiosas -guste
más o menos-.
No voy
a entrar en esas baldías polémicas donde intentamos contar con el
mayor número de gente posible -hayan estado en Córdoba o no-. Me
gustaría saber si muchos de esos firmantes, tanto de un lado como
otro, conocen realmente los espacios patrimoniales. Temo que la
ideología supere en este caso al Patrimonio.
Miren
ustedes: para cuidar, proteger y difundir el Patrimonio hay que
invertir en él. Y la inversión no consiste solo en gastar más o
menos dinero en su restauración -necesaria, ahí está labor de Juan
Cuenca, criticada en su momento y ahora alabada-, en la eliminación
de todo eso que lo afea -calles pobladas de “todo a cien o a un
euro”, carteles varios, trajes de gitana...-, es decir,
contaminación visual... sino que también se debe invertir en
futuro.
Y
futuro es el niño, adolescente o estudiante universitario que llega
a nuestra ciudad para visitarla, y que cuando sea mayor podrá volver
a visitarla, no ya como alumno, sino como adulto... Y futuro es
cuidar a niño, adolescente o estudiante universitario cordobés que
debe conocer lo suyo, para cuidarlo, mimarlo, difundirlo... y cuando
sea mayor, protegerlo.
Se
necesita invertir en futuro. Y, además esa inversión es barata.
Basta con permitir la entrada gratuita a todos los espacios
patrimoniales. Sean de quien sean. Tenga la propiedad la Iglesia, el
Ayuntamiento, la Junta o el “sursuncorda” -por cierto, expresión
cristiana que significó en origen “arriba los corazones”-. No
hacen falta estúpidos miles de euros -o más- gastados a manos llenas en extrañas promociones allende nuestras fronteras,
en sesudos estudios que nadie ve... simplemente hace falta que se
permita la entrada gratuita para el alumnado de infantil, primaria,
secundaria, bachillerato y universidad que venga aquí. Sea de donde
sea. Sin poner dificultades, tarifas, tasas... que conviertan una
visita en un castigo.
Es
realmente absurdo. Llevo más de trece años, cuando conseguí por
fin destino definitivo en Córdoba capital, intentando que nuestro
alumnado ponga en su corazón no el escudo del Córdoba C. F., que lo
hace, sino también la Córdoba donde vive. Y no solo que la lleve en
su corazón, sino que la ame. La mejor forma es la manida frase de
“sembrar para recoger”. Manida y tópica pero efectiva. Por aquí
ha pasado un alumnado heterogéneo de lugares tan dispares como Bera
-Nafarroa- o Vera de Bidasoa en Navarra; de Alicante o Alacant; de
Calvià en Mallorca; o de Andújar; de Cádiz; de Huelva; de Málaga
o Lucena... de Marruecos, Francia, Turquía o Alemania.Y, cómo no, nuestro "hermanamiento" con el alumnado del IES La Laguna de San Cristóbal de la Laguna (Tenerife) -bueno, más que el alumnado, el profesorado que se ha enamorado de Córdoba, Miguel y Maricarmen, como yo lo he hecho de esa ciudad tan bien conservada, como reconoce Fuensanta García, exdirectora del museo de Bellas Artes-. De verdad que
no han preguntado sobre la propiedad de los edificios. Sí por los
autores, sus culturas... y allí estaban “los patrimonitos”
primero y “los jóvenes embajadores por el patrimonio” después
-los primeros solo de Secundaria; en el segundo caso, también de
Bachillerato- explicando, viviendo “su ciudad”, “su
Patrimonio”, “su cultura”... sin pensar si eran propiedad de
unos u otros.
El
Patrimonio en Córdoba se está convirtiendo en un arma política, la
use quien la use. Me da igual. No voy a defender ni a la Iglesia
Católica ni a plataformas que en muchas ocasiones quieren mucho
ruido para con posterioridad recoger nueces en forma de voto. Sigamos
así, convirtamos todo esto en un circo mediático y dejemos de
cuidar nuestro Patrimonio. Al final seremos capaces de acabar con uno
de nuestros medios de vida.
Colaboremos
en la construcción de un turismo sostenible, donde se invierta en
futuro, en ese futuro que o nos regirá o nos visitará. Es
fundamental convertir todos los monumentos cordobeses, pertenezcan a
quien pertenezcan, en gratuitos para los estudiantes. Se piensa que
es la Iglesia quien hace caja con patrimonio. Pues no, o mejor, no
solo. Todo cordobés -de la capital o de la provincia, incluso el
nacido en nuestra tierra pero domiciliado en otro lugar- tiene la
opción de entrar gratis. Lo mismo sucede en museos pertenecientes a
la Junta de Andalucía -extendido en este caso a la ciudadanía
europea incluso-; pero no así a los museos municipales (Alcázar,
Julio Romero, Taurino...) o a los privados (El Palacio de Viana que
pertenece a la Fundación Cajasur).
Ahora
estoy impartiendo Patrimonio Cultural de Andalucía. Mi alumnado no
entiende cómo se paga por ver el Patrimonio. Se puede entender en
determinadas circunstancias y a determinadas personas. Pero me rebelo
a que un estudiante tenga que pagar. Es el futuro. No invirtamos en
Patrimonio y probablemente se acabe el futuro.
El
Patrimonio es lo que recibimos de nuestros mayores y dejamos en
herencia a nuestros hijos. Pues estos, como futuros mantenedores,
deben apreciarlo y difundirlo. Posteriormente lo protegerán. La
inversión en poco costosa: una entrada gratuita. No más. Aquí no
se piden miles de euros.
Aunque
el cuerpo me pide denunciar hechos aberrantes, hoy no lo hago. Y
miren que tengo experiencia en esos más de trece años... Como se
dice de manera tópica, para escribir un libro... o una docena de
ellos. Pero hoy no, solo pido que se invierta en futuro: POR FAVOR
QUE EL PATRIMONIO SEA GRATUITO PARA EL ALUMNADO.
Y lo
digo ahora que estamos preparando esa “mirada de los más jóvenes”
como ya hicimos para conmemorar el XX aniversario, y que nos dio tanto
trabajo, pero tan bien salió.
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