Gracias a la información incluida en ABC he podido realizar esta entrada. |
No es
bueno hablar sin conocer en profundidad el tema; es cierto. Sin
embargo, cuando es imposible obtener toda la información te ves en
la necesidad, si quieres opinar, de hacerlo con material fragmentado.
Eso me
va a suceder a mí. Me hallo sorprendido por la actitud de la
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía por paralizar la
apertura de la segunda puerta en la Mezquita Catedral y enviar la
información a la UNESCO, amparándose en el informe firmado por
Begoña Bernal, la presidenta de ICOMOS España.
1. EL
ORGANISMO.
La
mayoría de los españolitos de a pie no conocen lo que es ICOMOS.
Cuando vas a reservar entrada en algún lugar patrimonial, siempre
aparece que poseen entrada gratuita.
ICOMOS
no es un lugar donde se entra por concurso oposición. Se entra por
el apadrinamiento de dos socios, y, realmente hacen una labor
encomiable. Pero sus informes no necesariamente se conviertan en
verdad absoluta e irrefutable.
La
página en España:
En ella se recoge que ICOMOS
“Fundado el año 1965 en Varsovia (Polonia), tras la elaboración de la Carta Internacional sobre la Conservación y Restauración de los Monumentos y los Sitios Histórico-Artísticos, conocida como "Carta de Venecia", el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Histórico-Artísticos (ICOMOS) es la única organización internacional no gubernamental que tiene como cometido promover la teoría, la metodología y la tecnología aplicada a la conservación, protección, realce y apreciación de los monumentos, los conjuntos y los referidos sitios.
Como objetivos:
Actuar como un foro internacional que ofrezca todo tipo de posibilidades para el diálogo y el intercambio a los profesionales de la conservación;
Reunir, profundizar y difundir información sobre los principios, técnicas, legislación y políticas de conservación y salvaguarda;
Colaborar, en el ámbito nacional e internacional, a la creación de centros especializados de documentación;
Fomentar la adopción y aplicación de las convenciones y recomendaciones internacionales relativas a la protección, conservación, realce y apreciación de los monumentos, los conjuntos y los sitios histórico-artísticos;
Participar en la elaboración de programas de formación de especialistas en conservación;
Poner su red de expertos al servicio de la comunidad internacional.
Y, finalmente, sus miembros “todos ellos, en razón de sus actividades profesionales, deben ser competentes en materia de conservación de monumentos, conjuntos o sitios históricos. Pueden ser arquitectos, historiadores del arte, arqueólogos, urbanistas, ingenieros, juristas, archiveros y bibliotecarios, o profesionales de la administración pública”.
2.
LA AUTORA.
Hace
muchos años, a comienzos de 2004 apareció un informe sobre la
catedral de Burgos, elaborado por Begoña Bernal, profesora y miembro
de ICOMOS, que levantó algo más que ampollas.
La
historia ha dejado un rastro amargo en Burgos, sin que los sucesivos
desmentidos y correcciones hayan podido despejar del todo las sombras
que proyecta el texto sobre los trabajos realizados en la catedral.
Pero, además, las peripecias que permitieron a este informe
espontáneo
llegar a las páginas de una publicación, avalada por el prestigio
de la Unesco, constituyen un episodio casi de intriga policiaca,
digno de la pluma de Agatha Cristie. Aunque en este filme negro,
falta el cuerpo del delito.
El
incidente empaña también el prestigio de Icomos, una organización
internacional creada en 1965 y financiada por la Unesco, presente en
más de un centenar de países y que cuenta con unos 8.000
cualificados miembros.Todo empezó en Navidades cuando llegó a manos de los dirigentes del comité español el volumen sobre Patrimonio en peligro 2002-2003, editado por el secretariado internacional, y pudieron comprobar con horror que incluía un informe devastador sobre la restauración de la catedral de Burgos. Unas obras ingentes iniciadas en 1997 -y todavía en marcha-, con un presupuesto de 13,8 millones de euros y financiadas por numerosas entidades nacionales e internacionales (entre ellas el Banco Europeo de Desarrollo, que aportó unos 600.000 euros).
El impacto del informe -la prensa difundió la noticia poco después- en una ciudad como Burgos, con apenas 160.000 habitantes, fue comprensiblemente fuerte. Sobre todo porque su autora, Begoña Bernal, es profesora de Patrimonio en la Universidad local, creada en 1994, y un personaje conocido en la ciudad. Pero, y esto era más grave, su informe se presentaba como un trabajo autorizado por el comité español, que quedó de inmediato envuelto en la polémica. ¿Quién estaba realmente detrás de un documento con escándalo asegurado? Y, sobre todo, ¿qué grado de veracidad había en la tremenda denuncia, más allá de sus evidentes errores?
"A mí me encargaron que hiciera un informe sobre la catedral, porque es preceptivo que se haga un seguimiento de los monumentos que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad", dice Bernal, que ha sido suspendida de Icomos -de la que era socia desde 1997-. Su trabajo lo presentó en un simposio científico, organizado al hilo de la Asamblea Internacional de la organización, que se celebró en Madrid en 2002. Y para la ocasión, la profesora acompañó su intervención con algunas fotografías de las obras. No era la primera vez que esta restauración era mencionada con no pocas cautelas. En la página web de Icomos España han figurado hasta hace poco unas líneas en las que se cuestionaban, aunque brevemente y con mucha menor alarma, estos trabajos.
Begoña Bernal asegura que el informe que se incluyó en el dossier de Patrimonio en peligro 2002-2003 se lo pidió en Madrid el propio presidente del Consejo Internacional, Michael Petzet, probablemente ansioso de contar con material interesante para su publicación. Pero si las cosas fueron así, Petzet lamentó pronto su decisión. "Quiero pedir perdón al comité español, porque se publicó pensando que era un material avalado por ellos", explicó el martes en conversación telefónica desde su domicilio de Múnich. Abrumado por la tormenta desatada, Petzet se mostraba dispuesto a enmendar el entuerto aunque insistía, "lo más importante es aclarar si está en buen estado o no la catedral. Las fotografías enviadas por la señora Bernal parecen elocuentes, me refiero a las bajantes que atraviesan los arcos. Pero estoy esperando que el comité español nos envíe su informe para publicarlo". En espera del nuevo texto -en estos momentos en fase de elaboración-, Petzet optó el pasado miércoles por retirar el de Begoña Bernal de la web, a petición del comité español, que no lo reconoce como propio, aun sin entrar en "valoraciones sobre su contenido". Enrique Saiz, arquitecto y director general de Patrimonio Artístico de la Junta de Castilla y León (PP), no oculta su satisfacción. La inclusión de la catedral de Burgos entre los monumentos en peligro le había parecido poco menos que una monstruosidad. "La situación se había planteado erróneamente", dice. "Casi todas las cuestiones son opinables, pero en este caso, no creo que el debate sobre la restauración de la catedral deba tener un carácter ciudadano. Con todos mis respetos para la profesora Bernal, el debate tiene que plantearse desde un punto de vista técnico y tiene que ser riguroso". Tanto Saiz como el presidente del cabildo de la catedral de Burgos, Matías Vicario, aseguran que los trabajos de restauración, que siguen las directrices del Plan Director de la catedral, han sido aprobados tras diversos estudios llevados a cabo por un equipo interdisciplinario. María Rosa Esbert, catedrática de Petrología de la Universidad de Oviedo, fue una de las especialistas que trabajaron en el análisis de la piedra, aquejada de numerosos problemas, y amenazada por las humedades. "Todo lo que queremos es que la catedral evolucione bien", dice esta profesora. "Las soluciones adoptadas han sido fruto de un estudio y de una evaluación muy detenida y minuciosa, no se pueden descalificar todo y de forma general".
Tanto Saiz como Vicario niegan que la piedra caliza haya sido sometida a un lavado a base de "chorros de arena a presión", como afirma Bernal, quien asegura haber visto apilados junto a la catedral sacos de arena de Arija. "Nos hemos puesto en manos de un equipo técnico que no se ha dedicado a experimentar con nada para la limpieza de la catedral. Han usado agua a presión y cepillos, y en algunos casos partículas de vidrio", dice el presidente del cabildo, Vicario. Lo que sí reconoce es que sólo las necesidades económicas justifican el cobro de una entrada al templo. "Tener abierta la catedral nos cuesta 1.800 euros diarios y carecemos de subvenciones". Eso sin contar con los costes de la restauración, una obra ambiciosa, pendiente todavía del examen de Icomos España. Pero sea cual sea el veredicto, difícilmente causará tanto impacto como la intriga del falso crimen de la catedral”
“Entre el culto y el turismo de masas
Iniciada en 1221 y concluida en 1765, la catedral de Burgos fue declarada Patrimonio de la Humanidad en octubre de 1984. Desde entonces ha sufrido continuas intervenciones para atajar graves problemas de deterioro. En 1997, bajo el impacto que causó el desplome, poco antes, de una de las estatuas del templo, se redactó un Plan Director que incluye una restauración completa y coordinada del templo. Uno de los elementos más llamativos, los canalones colocados en la fachada de la calle Diego Porcelos, han merecido duras críticas en el informe de la profesora Bernal. "Puede que no sean, efectivamente, muy estéticos", reconoce el presidente del cabildo, "pero no hemos hecho más que sustituir los que ya se habían puesto en la restauración de Lampérez, a principios de siglo. Los arcos estaban ya taladrados. Y, en todo caso, no creo que ese detalle justifique la inclusión de la catedral entre los monumentos en peligro". Pero cualquier intervención es importante tratándose de la catedral, eje estético e histórico de Burgos. Desde el mirador del castillo, la imagen de la ciudad aparece dominada por el señorial edificio de piedra. Las agujas, con sus delicadas filigranas, recuerdan un pasado de esplendor que Burgos intenta recrear con nuevos proyectos de urbanismo. La masa de edificios de ladrillo rojo, de todas las formas y alturas, que se amontona en el horizonte da una idea de las dificultades de este propósito. También hay críticas al entorno urbanístico en el informe de la discordia y a la "museización" que, según Bernal, ha llevado a cabo el cabildo, que cobra desde julio pasado la visita al templo y retiró del edificio algunas joyas para engrosar la oferta artística del museo adyacente. Es el caso de las 15 estatuas de la fachada de Santa María, sustituidas hace años por réplicas de piedra molida. Pero el presidente del cabildo aduce razones de conservación. "Qué es mejor, ¿colocar réplicas o permitir que se deterioren los originales? La decisión se ha tomado después de un largo estudio".”
Hasta aquí el artículo que firmaba en el diario “EL PAÍS” la periodista Lola Galán, el 1 de febrero de 2004. Me parecía una incorrección recortarlo, por lo que se muestra en toda su extensión
Años después, la profesora Begoña Bernal, la misma que aparece en el anterior artículo y la firmante de los informes de Burgos, en aquel año y el de ahora -Córdoba-, reflexionaba de la siguiente manera:
En
“El juego del miedo y la libertad. Un riesgo para la
ciudad histórica”, dentro de “La Ciudad y el miedo” VII
coloquio de Geografía Histórica, coordinado por Obdulia Gutiérrez,
Girona, 2005, Begoña Bernal Santa Olalla, en una excelente
publicación, escribía:
“La
ciudad de Burgos nos brinda la posibilidad de reflexionar sobre
algunas versiones del paradigma del miedo sufrido de uno u
otro modo por los que tienen el poder. .. El poder maneja, hace la
ciudad –y también la deshace–, y una de las herramientas tiene
mucho que ver con el miedo.
3.
1. Los renuevos de la censura inquisitorial
El
poder teme a la crítica intelectual y a las nuevas tecnologías de
la información. Diversos factores intangibles, como la universalidad
y la accesibilidad indiscriminada a internet, pueden provocar un
miedo imposible de dominar. Un ejemplo muy directo nos valdrá para
ilustrar estas reflexiones.
El
desconocimiento de hasta dónde podría llegar a extenderse la
información sobre las intervenciones denunciadas en la
restauración de la Catedral de Burgos –la limpieza agresiva de
muros y fachadas con chorro de arena, las injustificadas
sustituciones de elementos originales por réplicas de resina
epoxídica con la consiguiente pérdida de autenticidad, la
inutilización funcional de las gárgolasy la colocación de bajantes
que perforan cornisas y molduras flamígeras que entorpecen la
lectura del programa iconográfico, rompen la armonía y destruyen la
proporción visual de la composición de las fachadas, y el cambio de
uso por la transformación de la Catedral con sus múltiples
funciones en un museo para el uso turístico (Bernal, 2003)–, la
repercusión, repetimos, de esta opinión crítica sembró el espanto
entre los responsables de las citadas actuaciones. La amenaza estaba
en que estos datos, con su documentación fotográfica, se podían
leer y ver en una página web. Lo terrible era el medio de
distribución del informe: Internet. La crítica información se
había escapado al control. Ya no cabía el encubrimiento ni el
engaño. El mundo entero tenía acceso a saber algunas de las
alteraciones y malas prácticas ejecutadas en un monumento del
Patrimonio Mundial.
Un
informe realizado por una profesora de la Universidad de Burgos,
perteneciente a una ONG, ICOMOS-España, había escapado al
control y a la eventual censura. Y eso provocó en el Cabildo
catedralicio un gran sobresalto, una enorme incertidumbre, un miedo
intangible, por no
dominar
la situación. Se acababa con el oscurantismo del Plan Director de la
Catedral de Burgos. La falta de información con la que se han venido
realizando las obras de restauración del primer edificio de la
ciudad y uno de los más importantes reconocidos por la humanidad,
quedaba frustrada con la decisión del presidente de ICOMOS
(International Council on Momuments and Sites), organismo asesor de
la Unesco, de volcar en la red el contenido de su informe anual, el
libro Heritage at Risk 2002/2003, en el que se recogen los
principales peligros que acechan al patrimonio en la actualidad.
Las
instituciones responsables de la conservación de este bien cultural,
el Cabildo de la Catedral y la Administración autonómica, mostraron
su temor y recelo ante la crítica intelectual realizada desde el
ámbito académico, porque con ella se abría la duda sobre las
prácticas realizadas en la restauración del monumento y se ponía
en evidencia la mala gestión del Estado por no haber realizado un
procedimiento de supervisión continuado a pesar de ser el
responsable de su financiación y tutela. La jerarquía católica
expresó públicamente su miedo a la crítica por temor a perder los
apoyos financieros de posibles entidades benefactoras. Sabido es que
esta institución no sólo teme a la crítica sino que también tiene
miedo a la ciencia, ahora a la experimentación con embriones humanos
y, en el pasado, a otros muchos descubrimientos científicos. No
sabemos si esta opción es consecuencia de una apuesta por el
mantenimiento del desconocimiento. También puede ser que, en
realidad, lo que tiene es miedo a que el cuestionamiento de sus
actuaciones le reste algo el poder de “meter miedo” para mantener
la subordinación voluntaria a los sistemas de su poder fáctico y la
lealtad a sus principios operativos. Por ello, con la ayuda de la
Junta de Castilla y León, trabaron el mensaje que deriva de la
nostalgia por verdades y valores culturales uniformes, cuyo
cuestionamiento sólo puede proceder de “ignorantes” y “enemigos
de la ciudad”, y pusieron en práctica el viejo refrán “cuando
las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”,
provocando el miedo de los intelectuales, para neutralizar cualquier
intento
de debate y con el fin de preservar la estabilidad de la situación.
El
control de los medios fue suficiente para que autocensura
funcionara. “Corren malos tiempos para la crítica”, recordaba
recientemente Daniel Innerarity, profesor de Filosofía de la
Universidad de Zaragoza, porque se prohibe y reprime (Innerarity,
2004; 12).
Funcionó
la autocensura y también funcionó la censura. ICOMOS Internacional,
valorando las “presiones del ambiente”, optó por mantener
la publicación tangible, la de papel, con el informe sobre la
Catedral de Burgos, único bien de España incluido en Heritage at
Risk 2002/2003 y, mediante una pirueta que no hace sino certificar la
“virtualidad” de la red y su labilidad, eliminó la referencia a
España
del
texto que actualmente se mantiene en la página web:
<www.international.icomos.org/risk2002>. La maquinaria de
control puesta en marcha por las instituciones a través de los
medios de comunicación, dirigida fundamentalmente a desacreditar
personal y profesionalmente a la autora del informe, consiguió su
objetivo principal: eliminar el informe citado de la red, sin
preocuparse por la distribución del libro que lo contiene. Se
recuperaba con ello la calma y la tranquilidad de los responsables de
la tutela de la seo. El miedo, pues, radicaba en el poder universal
de las nuevas tecnologías de la información.
Los
medios de comunicación, eficaces mensajeros del miedo (Gil, 2003),
incrementaron la tensión informativa y la atención del público
expectante, expandiendo las amenazadoras advertencias del poder y
magnificando los correspondientes correctivos por lo que fue juzgado
como un comportamiento antipatriótico, para lograr con ello un
escarmiento ejemplarizante. A pesar de que pueda parecer increíble,
es suficiente leer el informe sobre la Catedral de Burgos para
comprender que, con actitudes como las del organismo internacional
asesor de la Unesco en materia de patrimonio, se pueden silenciar las
contradicciones más palmarias, aunque así no se profundizarán
jamás los debates absolutamente necesarios sobre la conservación
del patrimonio. Pero si los problemas
fundamentales que afectan hoy al patrimonio, como los criterios de
intervención o los cambios de uso de los bienes culturales,
no se plantean en el seno de las instituciones que trabajan por la
conservación del patrimonio, ¿dónde van a plantearse?
Las
amenazas y represalias aleccionadoras por la expresión libre de una
crítica a las negativas actuaciones en la restauración de la
Catedral de Burgos se enmarcan, por tanto, en una estrategia,
mediante la que se ejerce una dictadura invisible que amedrenta y
condiciona juicios y decisiones, y
favorece
la libertad más absoluta a las instituciones ¿antidemocráticas?
para actuar en la ciudad y realizar todo tipo de actuaciones aunque
sean disparatadas. Pero dicha estrategia, al mismo tiempo, priva de
libertad a la mayoría de los individuos porque el miedo provoca un
cambio de actitud capaz de eliminar rápidamente la expresión
democrática de los ciudadanos, que desisten de ejercer parte de sus
derechos de ciudadanía y se avergüenzan de juzgar las obras que se
realizan por temor al rechazo, al ridículo y a la posibilidad de ser
calificados como enemigos, inexpertos o ignorantes.
Una
vez admitida la idea de que actualmente se padece un déficit de
pensamiento crítico a los múltiples desafíos sobre la diversidad
cultural y sobre la importancia del patrimonio como factor de
identidad, lo esencial debería ser atreverse a pensar, a criticar, a
abandonar la lógica económica y
tecnocrática
dominante. Pero uno de los riesgos es la ambigüedad por parte de las
instituciones encargadas de la cultura (Wolton, 2004).
El
miedo cambia las cosas, ha cambiado la Catedral y cambia la ciudad,
pero el miedo cambia a la población, porque los ciudadanos,
¿conocen la realidad? No parece exagerado señalar la enorme
responsabilidad de dos instituciones, la universidad (el conocimiento
científico, técnico, humanístico...) y la prensa para aclarar la
realidad y eliminar la sensación de recelo que infunde el
desconocimiento. Al ser éstas las dos modernas instituciones
encargadas de producir conocimiento de la realidad objetiva y proveer
a los ciudadanos de entendimiento y lucidez, cuanto más falle la
una, más tendría que trabajar la otra, para mantener unos niveles
aceptables de información. Pero en Burgos, en esta ocasión, desde
la universidad, para no molestar a nadie, ningún análisis, ningún
debate, ninguna propuesta, ninguna crítica, de nuevo el conformismo.
Sólo una voz de la universidad española, de Barcelona, se deslizó
entre los medios de comunicación de la ciudad para reclamar, entre
otras cosas, “como un principio innegociable el valor de la
autenticidad histórica en la restauración, a riesgo de que se nos
acuse de fundamentalistas frente a posiciones acomodaticias ante
cualquier posicionamiento comprometido” (Tarragó, 2004). Esta vez,
las medidas de control no sólo funcionaron entre la masa de
población que no suele pensar, sino también entre la población
relativamente educada como la clase política, empresarios,
profesores,
escritores,
periodistas..., es decir, el reducido grupo de intelectuales que
desempeñan un papel en la vida económica y cultural. El miedo a
pensar sobre temas conflictivos que afectan al patrimonio, el miedo a
opinar y a expresar el conocimiento desde la universidad, resulta
especialmente preocupante por su responsabilidad e incidencia en la
formación de la población, por su capital simbólico adquirido en
el
ejercicio
de la ciencia, la técnica, las artes, las letras o la enseñanza. “A
nadie se le oculta que la conciencia crítica pasa actualmente por un
mal momento”, advertía José María Guelbenzu a propósito de la
función incierta de los intelectuales y el declinar del compromiso
(Guelbenzu, 2003). Pero nada hay sin razón y, ante semejante
tibieza, pensamos en aquella sentencia de Sófocles que afirma que
“hay algo
amenzante
en un silencio demasiado grande”.
“No
es fácil mantener el poder, y desde antiguo inspirar temor ha sido
un buen método paralograrlo. Gracias a su propio túnel del
miedo, el poder inquisitorial de la Iglesia y el poder burocráticodel
Estado logran controlar esa zona de sombra que es la ciudad con el
control de la opinión, con la instauración del silencio”.
Bueno, creo que el amplio fragmento del artículo es es esclarecedor.
3. LO QUE NOS COMPETE.
Del informe titulado “IMFORME DEL COMITÉ NACIONAL ESPAÑOL DE ICOMOS sobre el proyecto APERTURA DE PUERTA EN LA FACHADA AL PATIO DE LOS NARANJOS DE LA MEZQUITA-CATEDRAL DE CÓRDOBA...”, firmado por la profesora Bernal se afirma (reitero que no lo poseo y solo puedo partir de la extensa información que el diario “ABC” publicó los días 7 y 8 de noviembre -con la firma de Rafael Ruiz entre otros- se desprende:
“La celosía es parte integrante de la Mezquita-Catedral. La ley obliga a conservar los elementos del patrimonio, no a sustituirlos o a convertirlos”.
A continuación hay más ideología que teoría: “Jesús convirtió el agua en vino, y en misa el oficiante convierte el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo”. No sé qué pinta aquí el ejemplo; si el paralelimo consiste en explicar que hay diferencia entre la conservación y la conversión o que en el mismo momento alguien estaba bebiendo el vino transformado o el que aparece antes de la transustanciación.
La celosía desmontada “se ha convertido en daños y cristales”... Son preciosas las celosías creadas por Víctor Escribano y Rafael de la Hoz en 1972, nadie lo discute; pero son de 1972. Muy lejos del siglo VIII o del siglo XIII. No lo entiendo, ¿deben tener el mismo grado de protección? Creo que nadie del Cabildo catedralicio pensaba destrozar la celosía, sino, probablemente, quitarla y sustituirla por una puerta de similar factura (¿no habrá aquí también intento de cobrar derechos por su autoría?).
Pienso, a riesgo de equivocarme, que lo anterior es algo exagerado, salvo que se actúe no con intereses de defensa del patrimonio, sino con el criterio subjetivo de una persona que pondera más lo ideológico que lo objetivo.
Conviene revisar la Historia de España para saber quién ha sido el talibán del patrimonio:
Cierto es que hasta 1834 la Inquisición Moderna o española -alianza ominosa del poder civil y el religioso- no solo eliminó múltiples obras literarias a través de los “índices de libros prohibidos”, sino que también reprimió la libre expresión de los artistas para evitar su procesamiento por el Santo Oficio. Pero, ¿quién ha destrozado el patrimonio en la Historia Contemporánea? Los liberales fueron quienes arrasaron con un rico patrimonio hispano, casi exclusivamente para acrecentar las propiedades de esa burguesía decimonónica; pues las desamortizaciones perjudicaron a la Iglesia y al campesinado. Expropiaron... y en ocasiones esquilmaron nuestro patrimonio -parte del mismo acabó allende nuestras fronteras-. Ya no entro en la posterior quema de conventos e iglesias, donde se perdió gran parte de nuestro patrimonio. Algún que otro Papa ha perdido perdón por los desmanes de la Iglesia, abundantes a lo largo de la Historia... pero todavía no he escuchado pedir perdón a la Iglesia por lo que a ella se ha hecho; tanto en patrimonio como en personas. Y no reniego de la memoria histórica.
Lo anterior no es un desvarío, sino un reconocimiento de que, de una manera o de otra, el patrimonio conservado deriva del mantenimiento de la propiedad por la Iglesia -aliada con el poder, pero eso no entra en este artículo-. Eso no significa que pudiera haber clero desalmado que vendiera su patrimonio -una minoría-. Pero si la Mezquita-Catedral es lo que es, deriva de la acción de la Iglesia y de una Sociedad, estamental no lo olvidemos, que en el siglo XVI impidió su transformación -o derribo-. Que los regidores cordobeses eran mayoritariamente nobles o similar -no lo olvidemos-.
Primera conclusión: Pienso que no es tan grave ni un atentado al patrimonio el sustituir una celosía por una puerta que permita el acceso de procesiones a la Mezquita-Catedral.
Segunda conclusión: La entrada de procesiones al templo, con todas las medidas de seguridad como se está haciendo hasta ahora -donde no entra público- creo que no perjudicará excesivamente al monumento.
Tercero: Esta conclusión es más larga, y requiere de otro proemio.
“Ese multitudinario desfile provocará no pequeñas dificultades en el tránsito de personas, de espectadores y de cofradías en las calles y en las plazas. Riesgo en seguridad para las personas y riesgo de impactos negativos en el espacio del centro histórico de Córdoba, entidad que se debe proteger”.
Bueno, para eso están las distintas administraciones; para calcular el riesgo, incluso crear espacios donde las procesiones puedan lucir más -en parte por la Judería y también, que yo defiendo, por el espacio en torno al río -y para eso hay varios puentes por donde se puede hacer un circuito-. Que sí, que deben venir de cada una de las parroquias, pero probablemente la liberación del centro de la ciudad la haría “más habitable” en esas fechas y realzaría la Semana Santa -momento en el que se vuelca el turismo en nuestra ciudad, motor de desarrollo económico (de lo poquito que nos queda).
Ergo: tercera conclusión, ¡ojálá se use el entorno de la Mezquita- Catedral como carrera oficial.
Finalmente, ICOMOS reclama a la Junta que actúe “con contundencia y claridad ante propuestas realizadas aquí”
Al gobierno central advierte que perteneciendo las competencias sobre patrimonio al ámbito autonómico, el responsable ante la UNESCO de cualquier cosa que pase con la Mezquita de Córdoba o de cualquier otro bien de la lista del patrimonio mundial es su responsabilidad...
ÚLTIMA Y AMPLIA CONCLUSIÓN FINAL: Este informe no recuerda la deslocalización industrial de nuestra capital en las últimas décadas, con un paro imposible de soportar, y que vivimos del turismo -muy por encima del 10% del PIB procede de ahí-, de manera directa o indirecta.
HAY QUE DEFENDER UN TURISMO SOSTENIBLE, QUE RESPETE Y MANTENGA NUESTROS ELEMENTOS PATRIMONIALES HEREDADOS Y QUE DEBEMOS TRANSMITIR A LAS GENERACIONES FUTURAS.
LAS IDEOLOGÍAS SE DEBEN QUEDAR EN EL ARMARIO PARA QUE TODAS LAS INSTITUCIONES, PÚBLICAS Y PRIVADAS, TRABAJEN PARA CUIDAR NUESTRO TURISMO Y CONVERTIRLO EN ALGO DE CALIDAD QUE PERMITA MÁS PERNOCTACIONES POR PERSONA QUE LAS ACTUALES -PUES EN OCASIONES NO LLEGA “CASI” A UNA NOCHE-.
HACE FALTA, COMO HACE YA MUCHOS AÑOS SOLICITABA BARTOLOMÉ VALLE, CATEDRÁTICO DE GEOGRAFÍA DE LA UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA -mi profesor de hace ya muchos años y que, a lo mejor, no comparte el contenido de esta entrada-, QUE SE REÚNAN TODAS LAS PERSONAS QUE PUEDEN APORTAR ALGO EN ESTE TEMA -Y, EN GENERAL, PARA HACER UNA CÓRDOBA DEL SIGLO XXI QUE RESPETE EL PASADO...
¡QUÉ GRAN FAVOR LE HA HECHO ICOMOS A LA JUNTA DE ANDALUCÍA, QUE LE HE PERMITIDO DESDECIRSE DE LA DECISIÓN YA TOMADA!
Entre todos la mataron y ella sola se murio. Esperemos que de aquí a unos años no debamos -o debáis- hacer un funeral religioso o laico por una Córdoba muerta.
Addenda: Me parece excelente el artículo de opinión escrito por el nuevo académico, y paisano, Francisco J. Poyato:
Apunto de llegar el año que nunca será para Córdoba, el año 2016, no hay mejor atalaya para desnudar lo que en puridad vale la cultura en esta ciudad. Un tobogán que contrapone el esfuerzo y la conciencia colectiva que aspiró a ser Ciudad Europea de la Cultura, la sensibilización real por lo cultural como una apuesta estratégica, con la cruda realidad que años después ha borrado esas huellas legando un escenario cubista, valga el símil, y una cadena de frustraciones e intereses ególatras. Nadie descubre ya el estado en que se encuentra la cultura a nivel general. La necesaria alfabetización de las nuevas generaciones en sus claves más básicas o en el contacto con lo artístico. El desapego a lo creativo por el imperio de la copia. La vulgarización del espíritu y el empobrecimiento de cualquier acción que sólo puede hallar calor del público si lleva colgado el cartel de gratuito. Confundir su valor real con su verdadera misión.
Las coordenadas en las que la cultura sobrevive hoy en día aún se hacen más ferrosas en Córdoba, ciudad de infinitos discursos y hechos escasos. Y no me dirán que no se han enarbolado discursos sobre la cultura desde atriles mortecinos e hipócritas, justo cuando ésta, el patrimonio y el turismo forman el "abecé" de nuestro principal escaparate y uno de los bastiones productivos y económicos locales.
Un mínimo sondeo periodístico por este panorama basta para encontrar un haz de paradojas y sinsentidos en un lamento melancólico de actores que cada día ponen lo mejor de sí para intentar que Córdoba sea lo que no es: una ciudad de la cultura. Ni siquiera a lo que aspiraba. Porque la misma política que cortó las alas de ese vuelo hacia 2016, es la que con empeño de podador de bonsai se encarga cada mañana de impedirlo. Si hay una queja unánime en los operadores privados y hasta públicos de la cultura es la ausencia absoluta de una coordinación y una colaboración institucional que permita amplificar el anónimo trabajo de muchas personas, la propia inversión pública o el efecto de innumerables acciones culturales que deambulan sin apariencia. La falta de una agenda única, tan prometida como incumplida. El desarrollo y definición de espacios en los que se han gastado millones y millones de euros o la ausencia de otros fundamentales...
Todo es una paradoja. Mientras esperamos a que el famoso C4 de los 27 millones de euros tenga contenido, o arranque el Centro Botí, el Museo de Bellas Artes —sin nueva sede a la vista— no sabe dónde meter ya más cuadros ni hacer exposiciones. Lejos nos queda la colección Pilar Citoler, otra evidencia más de lo que le importa la cultura a la subclase dirigente de esta ciudad.
Usted puede encontrarse un mismo día, a la misma hora, dos y hasta tres eventos del mismo tono y contenido sin mayor problema. Unos gratis y otro no, de promoción privada. El mecenazgo es un imposible. Salvemos a la Orquesta, pero un patio repleto de sillas vacías cuando toca rascarse el bolsillo ante la desidia institucional —tampoco se puede pedir, si no se da—. O la evidencia del impacto de los grandes conciertos y la ausencia de recintos cubiertos que los alberguen. Hace pocas fechas, en apenas dos días, Raphael, Pablo Alborán, El Brujo y un gran evento ecuestre movieron a más de veinte mil personas con un ticket medio de entre 35 y 60 euros. Eso, desgraciadamente, no se puede repetir. No hay sitio, ni hoteles baratos. A todos nos gusta alardear de cantaores y guitarristas flamencos de cuna cordobesa, pero el fomento del arte jondo sigue dándole grima a los progres y a los conservadores moderados de esta ciudad, como si fuera algo casposo, mientras en Cádiz, Granada o Sevilla, sin mayor raigambre ni patrimonio humano, es una suprema cultura de la que a diario beben miles y miles de turistas además...
Aquí, la cultura mira a una celosía de 1972 como nuestra gran obra cumbre...
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