El 12 de octubre de 1936, en Salamanca,
“zona nacional” un legionario gritó “viva la muerte” cuando
Don Miguel de Unamuno, al no poder soportar más las imbecilidades
que se estaban diciendo en el paraninfo de su Universidad, referidas
a esa guerra en la que nuestros antepasados se mataron y que todavía
se arrastran sus consecuencia, comentó: “... se ha hablado aquí
de guerra internacional en defensa de la civilización... Pero no, la
nuestra es solo una guerra incivil... Vencer no es convencer, y hay
que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja
lugar para la compasión; el odio a la inteligencia que es crítica y
diferenciadora, inquisitiva, mas no de inquisición...” No voy a
comentar las palabras de Millán Astray sobre la llegada del fascismo
que exterminaría “a los otros” -para que no me
puedan acusar de que equiparo israelí a nazi, aunque en ocasiones lo
piense-; pero sí la expresión que utilizó contra Unamuno: ¡muera
la inteligencia!
Lo anterior está entresacado de ese
magnífico libro escrito por Eslava Galán, “Una historia de la
Guerra Civil que no va a gustar a nadie”, y que será uno de los
libros que mi alumnado tendrá que leer en Historia de España -2º
de Bachillerato-.
“Venceréis, pero no convenceréis!
Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis
porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis
algo que os falta: razón y derecho en la lucha...”, palabras del
genial literato.
Ya van tres escuelas atacadas en Gaza,
y miles de muertos. Quedan 78 escuelas más -así que...-
Las palabras de Unamuno, expresadas
hace más de setenta años, sirven para estos días, para “esta
lucha”.
En el siglo XVI hubo sesudas reuniones
en Valladolid para determinar si los indios americanos -los nativos
que por aquel tiempo estaban viendo como el hombre blanco los
dominaba- podían ser conquistados o no, puesto que ya se había
dictaminado que los indios eran seres humanos -y costó trabajo
decidirlo-. Claro, que los negros lo tuvieron peor, pues con la
consideración de su pertenencia al mundo animal no humano, se
justificó su esclavitud. Por supuesto que no voy a entrar en si en
algún preterito tiempo se cuestionó la existencia del alma en la
mujer...
Ahora, un negro domina el Gran Imperio
mundial, y actúa contra otros como hicieron otrora contra su raza.
¡Que iniquidad se está cometiendo!
Si Obama quisiera, descolgaba el
teléfono, enviaba un mensaje... y el conflicto -bueno, la matanza
contra los palestinos- se acababa.
Pero el presidente norteamericano, el negro en manos blancas,
perfectamente secundado por una caterva de secuaces que van desde la
Península Ibérica a la de Kamchatka -incluyendo también a las
antiguas indias orientales, al continente americano-, dan el visto
bueno a la masacre de los palestinos. Tampoco es una novedad: se
permiten las matanzas en África, Asia o en cualquier punto de la
Tierra... eso sí, siempre que no se produzcan contra alguno de los
blancos poderosos; entonces, sí se interviene. Y se provocan miles
de muertos. Da igual que sean inocentes o culpables. Que tengan
apellido semita o se llamen Couso...
Es indignante. Una vergüenza. Y no se
hace nada.
Desgraciadamente no puedo decir como se
escribía en el “mayo francés”: “Parad el mundo que me bajo”.
A lo mejor solo se cumple la primera parte. Y cualquier día el mundo
se para.
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